Popper, Karl: metodologia falsacionista/es
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Un ejemplo, del que estoy orgulloso, es mi viejo amigo, el fisiólogo cerebral y Premio Nobel sir John Eccles. [...] Él llevaba años ocupándose experimentalmente con el problema de cómo el estímulo nervioso es trasladado de una célula nerviosa a otra por medio de la sinapsis, esto es, con la cuestión de la «transmisión sináptica». Una escuela que actuaba sobre todo en Cambridge en torno a sir Henry Dale suponía que unas moléculas de una «sustancia transmisora» química superaban la sinapsis (que separa a las células nerviosas), trasladando así el estímulo de una célula a las otras. Sin embargo, los experimentos de Eccles habían mostrado que la duración temporal de la transmisión era extraordinariamente corta –en su opinión, demasiado corta para la sustancia transmisora–, y por esta razón desarrolló en todos sus detalles la teoría de una transmisión puramente eléctrica, tanto para la transmisión de la excitación nerviosa como para la transmisión de las inhibiciones.
Pero voy a dejar hablar a Eccles mismo: «Hasta 1945 tuve las siguientes ideas convencionales sobre la investigación científica: primero, que las hipótesis resultan de la colección cuidadosa y metódica de datos experimentales. Ésta es la idea inductiva sobre la ciencia, que se remonta a Bacon y Mill. La mayoría de los científicos y filósofos siguen creyendo todavía que en eso consiste el método científico. Segundo, que la bondad de un científico se juzgará a partir de la veracidad de las hipótesis desarrolladas por él, las cuales deberían ampliarse, sin duda, con la acumulación de nuevos datos, pero que deberían servir –así se esperaba– como fundamentos firmes y seguros de sucesivos desarrollos teóricos. Un científico prefiere hablar sobre sus datos experimentales y considerar sus hipótesis sólo como herramientas de trabajo. Por último –y éste es el punto más importante–, es sumamente lamentable y un signo de fracaso, si un científico opta por una hipótesis que será refutada por nuevos datos, de forma que, finalmente, se debe abandonar por completo.
Éste era mi problema, había defendido largo tiempo una hipótesis cuando comprendí que probablemente la debía desechar; y esto me deprimió extraordinariamente. Había estado embarcado en una controversia sobre sinapsis y creía entonces que la transmisión sináptica entre las células nerviosas era en su mayor parte de naturaleza eléctrica. Admitía la existencia de un componente químico tardío más lento, pero creía que la rápida transmisión por medio de la sinapsis transcurría por un camino eléctrico. En este momento aprendí de Popper que no era nada injurioso científicamente reconocer como falsas las propias hipótesis. Ésta fue la novedad más hermosa que experimentaba en mucho tiempo. Popper mismo me convenció incluso para que formulara mis hipótesis sobre la transmisión sináptica excitatoria e inhibitoria producida eléctricamente, tan precisa y rigurosamente que retaran a la refutación -y ésta aconteció un par de años más tarde, en su mayor parte gracias a mis colegas y a mí mismo, cuando comenzamos en 1951 a hacer derivaciones intracelulares de motoneuronas. Gracias a la teoría popperiana pude aceptar gozoso la muerte de mi idea favorita, que había conservado durante casi 20 años, y estaba al mismo tiempo en situación de cooperar tanto como fuera posible a la «historia de la transmisión química» que, por su parte, era la idea favorita de Dale y Loewi. Por fin había experimentado el gran y liberador poder de la teoría de Popper sobre los métodos científicos [...]
Aquí se muestra una sucesión singular. Se demuestra que yo había estado dispuesto demasiado deprisa a desechar la hipótesis eléctrica de la transmisión sináptica. Los muchos tipos de sinapsis que habían sido objeto de mis trabajos son seguramente de índole química, pero hoy se conocen muchas sinapsis eléctricas, y mi libro sobre la sinapsis (1964) incluye dos capítulos sobre transmisión eléctrica, ¡tanto inhibitoria como excitatoria!».