Husserl: introducció a la fenomenologia/es
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La fenomenología pura, de la que aquí queremos buscar el camino, caracterizar la posición que ocupa entre las demás ciencias y mostrar que es la ciencia fundamental de la filosofía es una ciencia esencialmente nueva, alejada del pensar natural por lo que tiene de peculiar en principio y por ende pugnando por desarrollarse sólo en nuestros días. Se llama a sí misma ciencia de «fenómenos». A los fenómenos se dirigen también otras ciencias, ha largo tiempo conocidas. Así, se oye designar a la psicología como una ciencia de los fenómenos psíquicos, y a la ciencia natural como una ciencia de los fenómenos físicos; igualmente se habla a veces en la historia de los fenómenos históricos, en la ciencia cultural de los fenómenos culturales y análogamente por lo que respecta a todas las ciencias de realidades. Por distinto que pueda ser el sentido de la palabra fenómeno en semejantes expresiones, lo cierto es también que la fenomenología se refiere a todos estos fenómenos en todas las significaciones posibles; pero en una actitud totalmente distinta que modifica en determinada forma todos los sentidos del término fenómeno con que nos encontramos en las ciencias que nos son familiares desde antiguo. Sólo en cuanto modificado de esta suerte entra el fenómeno en la esfera de la fenomenología. Estudiar estas modificaciones, elevar por medio de la reflexión lo que tienen de peculiar esta actitud y las naturales al nivel de la conciencia científica, he aquí la primera y nada leve tarea que debemos llevar a cabo plenamente, si queremos abrirnos al campo de la fenomenología y adueñarnos científicamente de su peculiar esencia.
En el último decenio se ha hablado en la filosofía y la psicología alemanas muchísimo de la fenomenología. En presunta coincidencia con las Investigaciones lógicas, se concibe la fenomenología como un preludio de la psicología empírica, como una esfera de descripciones «inmanentes» de vivencias psíquicas que se mantienen –así se entiende esta inmanencia– rigurosamente dentro del marco de la experiencia interna. Mi oposición a esta interpretación ha servido de poco, según parece, y las explicaciones adjuntas, que precisan con rigor al menos algunos puntos capitales de la distinción, no se han entendido o se han dejado a un lado sin fijarse en ellas. De donde también las objeciones, perfectamente nulas, porque no alcanzan ni siquiera el simple sentido de mi exposición, contra mi crítica del método psicológico, una crítica que no negaba en absoluto el valor de la psicología moderna, ni desdeñaba en absoluto el trabajo experimental llevado a cabo por tantos hombres importantes, sino que ponía al desnudo ciertos defectos del método, en sentido literal radicales, de cuya rectificación depende necesariamente a mi parecer el que la psicología se eleve hasta un nivel científico superior, y su campo de trabajo se ensanche en términos extraordinarios. Ocasión habrá aún de decir algunas palabras sobre las necesarias defensas de la psicología contra mis supuestos «ataques». Aquí toco esta disputa para subrayar enérgicamente por anticipado, y en vista de las malas interpretaciones dominantes y preñadas de consecuencias, que la fenomenología pura, a la que queremos abrirnos acceso en lo que sigue –la misma que en las Investigaciones lógicas se abrió campo por primera vez y cuyo sentido se me hizo cada vez más hondo y rico en el trabajo continuo del último decenio– no es psicología Y no son cuestiones accidentales de límites y de términos, sino razones de principio, lo que impide su anexión a la psicología. Por grande que sea la significación metódica que con respecto a la psicología tiene que reivindicar para sí la fenomenología, como quiera que le aporta «fundamentos» esenciales, es (ya simplemente por ser ciencia de ideas) en tan escasa medida psicología como la geometría ciencia natural. Más aún la distinción se presenta como más radical todavía que en el caso de esta comparación. Nada de esto hace variar el hecho de que la fenomenología se ocupe de la «conciencia», de todas las formas de vivencias, actos y correlatos de los actos. Verlo bien así requiere, ciertamente, no poco esfuerzo, dados los hábitos mentales dominantes. Eliminar todos los hábitos mentales existentes hasta aquí, reconocer y quebrantar los límites del espíritu que cierran el horizonte de nuestro pensar, y adueñarse con plena libertad de pensamiento de los genuinos problemas filosóficos, problemas que hay que plantear plenamente de nuevo y que únicamente son accesibles con el horizonte despejado por todos lados, he aquí duras exigencias. Pero no se requiere nada menos que esto. De hecho, ello torna el adueñarse de la esencia de la fenomenología, el comprender el sentido peculiar de sus problemas y su relación con todas las demás ciencias (y en especial con la psicología), tan extraordinariamente difícil, que además de todo esto es necesaria una nueva forma de actitud completamente distinta de las actitudes de la experiencia y el pensamiento naturales. Moverse libremente en ella, sin recaer para nada en las viejas actitudes, aprender a ver, distinguir y describir lo que está delante de los ojos, requiere, además, estudios específicos y trabajosos.
La principal tarea de este primer libro será buscar caminos por los cuales quepa superar a trozos, por decirlo así, las más grandes dificultades de la entrada en este nuevo mundo. Partiremos de la oposición natural, del mundo tal como se alza frente a nosotros, de la conciencia tal como se ofrece a la experiencia psicológica, y pondremos al desnudo los supuestos esenciales de esta posición. Desarrollaremos luego un método de «reducciones fenomenológicas», con el cual podamos despejar los límites impuestos al conocimiento por la esencia de toda forma de investigación natural, evitando el dirigir la mirada en una sola dirección, como es propio de estas formas, hasta acabar ganando el libre horizonte de los fenómenos purificados «transcendentalmente», y con él el campo de la fenomenología en el sentido que nos es peculiar. Tracemos un poco más precisamente estas líneas preliminares partiendo de la psicología, como lo piden los prejuicios de nuestro tiempo, pero también las estrechas relaciones de las cosas.
La psicología es una ciencia empírica. Esto implica, dada la significación usual de la palabra experiencia, dos cosas:
1. La psicología es una ciencia de hechos, de matters of fact en el sentido de Hume.
2. La psicología es una ciencia de realidades. Los fenómenos de que trata como «fenomenología» psicológica son sucesos reales que, en cuanto tales, tienen existencia real, se insertan con los sujetos reales a que pertenecen dentro del orden del mundo uno del espacio y del tiempo o de la omnitudo realitatis.
En contraste con esto, aquí se fundará la fenomenología pura o transcendental, no como una ciencia de hechos, sino como una ciencia de esencias (como una ciencia «eidética»); como una ciencia que quiere llegar exclusivamente a «conocimientos esenciales» y no fijar en absoluto «hechos». La relación correspondiente que conduce del fenómeno psicológico a la pura «esencia», o bien el pensamiento que se encarna en juicios, desde la universalidad fáctica («empírica») hasta la universalidad «esencial», es la reducción eidética.
En segundo lugar se caracterizarán los fenómenos de la fenomenología transcendental como irreales. Otras reducciones, las específicamente transcendentales, «purifican» los fenómenos psicológicos de lo que les presta realidad y por ende los inserta en el «mundo» real. No una ciencia eidética de fenómenos reales, sino de fenómenos transcendentalmente reducidos, es lo que debe ser nuestra fenomenología.
Lo que todo esto quiere decir más concretamente, sólo se aclarará en lo que sigue. Por el momento designa el marco esquemático de una serie de investigaciones iniciales. Sólo considero necesario añadir aquí una observación. Habrá sorprendido al lector que antes, en los dos puntos señalados, en lugar de la sola división de las ciencias en reales e ideales (o empíricas y apriorísticas) generalmente usada, aparezcan utilizadas más bien dos divisiones, correspondientes a las dos parejas de contrarios, hecho y esencia, real y no real. La distinción de esta doble antítesis, en lugar de la antítesis de real e ideal, se justificará a fondo en el curso ulterior de estas investigaciones (a saber, en el segundo libro). Allí se mostrará cómo el concepto de realidad ha menester de una fundamental restricción en virtud de la cual hay que establecer una distinción entre ser real y ser individual (ser temporal, pura y simplemente). El paso a la esencia pura da, por un lado, un conocimiento esencial de algo real; por el otro lado, o con respecto a la esfera restante, un conocimiento esencial de algo irreal. Se mostrará, además, que todas las «vivencias» transcendentalmente purificadas son irrealidades, exentas de toda inserción en el mundo real. Estas irrealidades son, justamente, lo que estudia la fenomenología, pero no como entidades singulares, sino en su esencia. Hasta qué punto, empero, sean accesibles a una investigación fenómenos transcendentales tomados como facta singulares, y qué relación pueda tener semejante investigación de hechos con la idea de la metafísica es cosa que sólo se podrá examinar en la serie final de investigaciones.