Hollis, Martin: relativisme conceptual i perceptiu/es
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Aun en el supuesto de que la experiencia y la lógica determinan básicamente lo que es racional creer acerca del mundo, queda todavía una enorme variedad conceptual de esquemas que puede adoptarse de muy diversas maneras. Las culturas varían enormemente en la manera de conceptualizar y ordenar sus experiencias. Una forma de esquematizar adorna el mundo con espíritus del bosque y cree que el trueno es un acto de cólera divina, mientras que otra trabaja con partículas subatómicas y la teoría de la energía cinética. Los occidentales organizan su experiencia y le dan sentido mediante categorías de espacio, tiempo, causa, número, acción y persona, por ejemplo, que no son evidentemente universales, por lo menos en el detalle. Otras culturas carecen de nuestra noción de sí mismo y algunas parecen no tener noción alguna de identidad personal. Aun dentro de una misma cultura hay profundas divergencias conceptuales, prueba de intensas discusiones filosóficas sobre el yo, la mente y el cuerpo, de que se ocupa la filosofía de la mente, o de radicales conflictos acerca de la íntima naturaleza de la materia en la física teórica.
Es innegable que los esquemas conceptuales varían enormemente. Pero, igual como sucede con el relativismo moral, debemos proceder con cautela. Formalmente, la variedad no es de nuevo rechazo de la idea de que pueda buscarse una única verdad en el orden subyacente de las cosas o en los términos en que la mente humana puede conseguir un sentido coherente de la experiencia. [...]
La afirmación de que imponemos orden, más que lo descubrimos, pone en entredicho toda presunción de que la percepción nos proporciona un conocimiento inalterado y objetivo del mundo. Este cuestionamiento lo deja bien claro la tesis sobre lenguaje y percepción conocida por los antropológos cono hipótesis de Sapir-Whorf:
El «mundo real» se construye en gran medida de forma inconsciente sobre las costumbres lingüísticas del grupo. Los mundos en que viven las diferentes sociedades son mundos distintos, y no meramente un mismo mundo al que se le han puesto etiquetas distintas. Vemos, oímos o experimentamos en gran medida como lo hacemos porque los hábitos de nuestra comunidad nos predisponen a determinadas decisiones de interpretación (Sapir).
Diseccionamos la naturaleza según líneas que trazan nuestros lenguajes nativos. Las categorías y tipos que aislamos del mundo de los fenómenos no las hallamos aquí porque nos esperan como mirándonos a los ojos; al contrario, el mundo se nos presenta como un flujo calidoscópico de impresiones que nuestra mente debe organizar; lo que quiere decir que debe organizar sobre todo el sistema lingüístico de nuestra mente (Whorf).