Heidegger: el cercle hermenèutic/es
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Toda interpretación que haya de acarrear comprensión tiene que haber comprendido ya lo que trate de interpretar. Es un hecho siempre observado, aunque sólo en el terreno de los modos del comprender y de la interpretación derivados de la exégesis filológica. Ésta pertenece a la esfera del conocimiento científico. Y este conocimiento pide el rigorde la demostración fundamentativa. La demostración científica no puede dar ya por supuesto aquello que tiene por misión fundamentar. Pero si la interpretación tiene en cada caso ya que moverse dentro de lo comprendido y alimentarse de ello, ¿cómo va a dar resultados científicos sin moverse en un círculo, sobre todo moviéndose, encima, la comprensión presupuesta dentro del conocimiento vulgar del mundo y de los hombres? Ahora bien, este «círculo» es, según las más elementales reglas de la lógica, un circulus vitiosus. Este negocio de la interpretación historiográfica queda, en suma, expulsado a priori del territorio del conocimiento riguroso. Mientras no se elimine este factum del círculo en el comprender, tiene que contentarse la historiografía con posibilidades de conocimiento menos rigurosas. Se le permite compensar en cierta medida esta deficiencia con la «significación espiritual» de sus «objetos». Lo ideal sería, sin embargo y en la opinión de los historiógrafos mismos, que se pudiera evitar el círculo y cupiese la esperanza de crear un día una historiografía que fuese tan independiente del punto de vista del contemplador como se cree lo es el conocimiento de la naturaleza.
Pero ver en este circulo un circulus vitiosus y andar buscando caminos para evitarlo, e incluso simplemente «sentirlo» como una imperfección inevitable, significa no comprender, de raíz el comprender. No se trata de ajustar el comprender y la interpretación a un determinado ideal de conocimiento, que no es él mismo sino una variedad del comprender que se ha metido en la legítima, pero ardua empresa de apoderarse de lo «ante los ojos» en su esencial «incomprensibilidad» El cumplimiento de las condiciones fundamentales de un posible interpretar radica, antes bien, en no empezar por desconocer las condiciones esenciales para llevarlo a cabo. Lo decisivo no es salir del círculo, sino entrar en él del modo justo. Este círculo del comprender no es un círculo en que se movería una cierta forma de conocimiento, sino que es la expresión de la existenciaria estructura del «previo» peculiar al «ser ahí» mismo. Este círculo no debe rebajarse al nivel de un circulus vitiosus, ni siquiera tolerado. En él se alberga una positiva posibilidad de conocer en la forma mas original, aunque una posibilidad que sólo es empuñada de un modo genuino cuando la interpretación ha comprendido que su primera, constante y última función es evitar que las ocurrencias y los conceptos populares le impongan en ningún caso el «tener», el «ver» y el «concebir» «previos», para desenvolver éstos partiendo de las cosas mismas, de suerte que quede asegurado el tema científico. Por ser el comprender en sentido existenciario el «poder ser» del «ser ahí» mismo, los supuestos ontológicos del conocimiento historiográfico superan radicalmente la idea del rigor de las más exactas ciencias. La matemática no es más rigurosa que la historiografía, sino que tan sólo está basada en un círculo más estrecho de fundamentos existenciarios.
El «círculo» del comprender es inherente a la estructura del sentido, fenómeno que tiene sus raíces en la estructura existenciaria del «ser ahí», en el comprender interpretativo. El ente al que en cuanto «ser en el mundo» le va su ser mismo, tiene una estructura ontológica circular. Mas advirtiendo que el«circulo» es inherente ontológicamente a una forma de ser del «ser ante los ojos» (el ser ideal), habrá que evitar en general el caracterizar ontológicamente con este fenómeno nada que se parezca al «ser ahí».
El ser y el tiempo, F.C.E., México 1974, p.170-172. Traducción de José Gaos.