G.Agamben: sagrat, profà i dispositiu/es
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En esta perspectiva quisiera ahora hablarles de un concepto sobre el que he trabajado recientemente. Se trata de un término que proviene de la esfera del derecho y la religión romana (el derecho y la religión están, y no sólo en Roma, estrechamente relacionados): profanación. Según el derecho romano, las cosas sagradas o religiosas eran aquellas que pertenecían de al¬gún modo a los dioses. Como tales, estaban sustraídas al libre uso y al comercio de los hombres, no podían ser vendidas ni empeñadas, cedidas en usufructo o gravadas de servidumbre. Sacrílego era cualquier acto que violara o transgrediera esta especial indisponibilidad que estaba reservada exclusivamente a los dioses celestiales (justamente por ello llamados «sagrados») o infernales (en este caso, se llamaban sencillamente «religiosos»). Y si consagrar (sacrare) era el término que designaba la salida de las cosas de la esfera del derecho humano, profanar por el contrario significa restituir al libre uso de los hombres. «Profano», podía escribir entonces el gran jurista Trebacio, «en sentido propio es aquello que, siendo sagrado o religioso, es restituido al uso y a la propiedad de los hombres.»
Desde esta perspectiva se puede definir la re¬ligión como aquello que sustrae cosas, lugares, animales o personas al uso común y las transfiere a una esfera separada. No sólo no hay religión sin separación, sino que toda separación contiene o conserva en sí un núcleo genuinamente religioso. El dispositivo que acciona y regula la separación es el sacrificio. A través de una serie de mi¬nuciosos rituales, diversos según la variedad de las culturas, que Hubert y Mauss catalogaron pa-cientemente, el sacrificio en todos los casos sanciona el pasaje de algo de lo profano a lo sagrado, de la esfera humana a la divina. Pero lo que ha sido separado ritualmente puede ser restituido desde el rito a la esfera profana. La profanación es el contradispositivo que restituye al uso común lo que el sacrificio había separado y dividido.
9. El capitalismo y las figuras modernas del poder, en esta perspectiva, parecen generalizar y llevar al extremo los procesos de separación que definen la religión. Sin embargo, si consideramos la genealogía teológica de los dispositivos que he¬mos apenas trazado, aquella que los conecta con el paradigma cristiano de la oikonomía, es decir, con el gobierno divino del mundo, vemos que los dispositivos modernos presentan una diferencia con respecto a los tradicionales. Esta diferencia vuelve particularmente problemática su profanación. Todo dispositivo implica de hecho un proceso de subjetivación sin el cual no puede funcionar como dispositivo de gobierno, sino que se reduce a un mero ejercicio de violencia. En este sentido Foucault ha mostrado cómo, en una sociedad disciplinaria, a través de una serie de prácticas y discursos, de saberes y ejercicios, los dispositivos se dirigen a la creación de cuerpos dóciles pero libres que sumen su identidad y su libertad de sujetos en el proceso mismo de su sometimiento. El dispositivo entonces, es sobre todo una máquina que produce subjetivaciones y sólo como tal es también una máquina de gobierno.
Giorgio Agamben: ¿Qué es un dispositivo? seguido de El amigo y de La Iglesia y el Reino, Anagrama, col. Documentos, Barcelona, 2015, pp.27-30). |