Chamberlain: el comiat de Lou Andreas-Salome/es
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A Lou Salomé, de origen alemán báltico y mujer brillante y hermosa a los veinte años, le encantaba la compañía de hombres inteligentes y cultivados. Tenía opiniones radicales sobre la libertad social de las mujeres y en el momento de conocer a Nietzsche tenía proyectado escribir un libro sobre la manera en que había perdido la fe religiosa. Lo que distinguía el aspecto no intelectual de su relación con los muchos hombres que la amaron era la peculiaridad de no mantener relaciones sexuales. Confusos sentimientos (inspirados acaso por el maestro religioso casado de la época en que ella era adolescente y se encontraba en San Petersburgo) contribuyeron a afianzar una inhibición que perduró hasta los treinta y seis años, que fue cuando conoció al poeta Rilke. Nietzsche, que se había enamorado de Lou como de ninguna otra mujer en su vida, no lo advirtió hasta que fue demasiado tarde y ella le demostró que no se sentía sexualmente atraída por él. Nietzsche tuvo celos de su amigo mutuo Paul Rée, a quien Lou prefería sólo como un hermano, aunque tampoco Nietzsche lo sabía. El desengaño amoroso de Nietzsche significó el golpe más feroz para su orgullo porque había confiado en ella; decía Nietzsche que su carácter y su enfermedad lo habían aislado durante tantos años que ahora necesitaría mucho tiempo para volver a aprender lo que era la intimidad humana. Siendo un verdadero radical en su época, al no considerar el matrimonio como una meta, probablemente tomó aquí también el rumbo equivocado. Deseaba que Lou fuera su compañera íntima y sin embargo no dejaba de importunarla y atormentarla insistiendo en que fuera su discípula y heredera intelectual. ¿Habría intentado abrazarla durante alguna de esas conversaciones estivales? Si lo hizo, esa modesta insinuación encontró sólo asombro y horror. Lou estaba aterrada de su propia feminidad. Las relaciones se enfriaron y llegaron a disiparse para convertirse en un penoso recuerdo por ambas partes; contribuyeron a ello no poca las intervenciones de Elisabeth con sus monumentales vituperios. Pero antes de llegar a las crudas hostilidades, Lou se da cuenta de que a Nietzsche le faltaba talento para el amor. Era demasiado preciso en las palabras y en los sentimientos y oprimía a los demás («La debilidad de Nietzsche es su supersensibilidad»); no podía tolerar la diferencia que había entre él mismo y los otros; también parecía que se atenía a un modelo deliberadamente creado más que a ser sincero consigo mismo. Sugiero que esta falta de autenticidad es algo que una mujer joven, aun cuando deseara acercarse a él, habría considerado particularmente alienante. El fracaso amoroso con Lou dejó a Nietzsche emotivamente exhausto. Posteriormente nunca trató de cortejar de nuevo a una mujer y ninguno de sus libros fue de nuevo tan eróticamente vivido como Así habló Zarathustra, que siguió a esa relación no concretada.
L. Chamberlain, Nietzsche en Turín, Gedisa, Barcelona 1998, p. 167-168.