Bergson: la duració és l'absolut/es
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Mientras apoyéis el movimiento contra la línea que recorre, el mismo punto os parecerá, alternativamente, según el origen a que lo refiráis, en reposo o en movimiento. No sucede lo mismo si extraéis del movimiento la movilidad que constituye su esencia. Cuando mis ojos me ofrecen la sensación de un movimiento, esta sensación es una realidad, y algo pasa realmente, bien que un objeto se desplaza ante mis ojos, bien que mis ojos se mueven ante el objeto. Con mayor motivo estoy seguro de la realidad del movimiento cuando lo produzco después de haber querido producirlo, y el sentido muscular me aporta la conciencia de él. Es decir, toco la realidad del movimiento cuando a mí, interiormente, se me aparece como un cambio de estado o de cualidad. Pero entonces, ¿por qué no había de ocurrir lo mismo cuando percibo cambios de cualidades en las cosas? El sonido difiere absolutamente del silencio, de igual forma que un sonido de otro sonido. Entre la luz y la oscuridad, entre los colores, entre los matices, la diferencia es total. El paso de uno a otro también es un fenómeno absolutamente real. Tengo, por tanto, los dos extremos de la cadena, las sensaciones musculares en mí mismo, las cualidades sensibles de la materia fuera de mí, y ni en un caso ni en otro capto el movimiento, si es que hay movimiento, como una relación simple: es un absoluto. Entre estos dos extremos vienen a situarse los movimientos de los cuerpos exteriores propiamente dichos. ¿Cómo distinguir aquí un movimiento aparente de un movimiento real? ¿De qué objeto, percibido exteriormente, puede decirse que se mueve, de cuál puede decirse que permanece inmóvil? Plantear una cuestión semejante supone admitir que la discontinuidad establecida por el sentido común entre objetos independientes unos de otros, con individualidad propia cada uno de ellos, comparables a especias de personas, es una distinción fundada. En efecto, en la hipótesis contraria no se trataría de saber cómo se producen, en tales partes determinadas de la materia, los cambios de posición, sino cómo se realiza, en el todo, un cambio de aspecto, cambio del que, por otra parte, quedaría por determinar la naturaleza.
M. M. 218-220
Materia y memoria, en Memoria y vida. Textos escogidos por Gilles Deleuze, Alianza, Madrid 1977, p. 22-23.