Armstrong, D.M.: nominalisme i realisme/es
De Wikisofia
< Recurs:Armstrong, D.M.: nominalisme i realisme
Se argumenta en esta obra, en primer lugar, que existen universales, tanto monádicos como poliádicos, esto es, propiedades y relaciones, que existen independientemente de una clasificación hecha por la mente. Se acepta, por tanto, el realismo y se rechaza el nominalismo. En segundo lugar, se argumenta que no hay universales monádicos que no sean propiedades de algo particular, y que no hay universales poliádicos a no ser las relaciones que existen entre particulares. Se rechaza, de este modo, el «Realismo platónico» o trascendente. En tercer lugar, se argumenta que los universales que deben existir no se determinan simplemente considerando qué clase de predicados podemos aplicar a las cosas particulares, sino que es a la ciencia en conjunto, concebida como una investigación global, a la que incumbe la tarea de determinar cuáles son los universales que existen. El punto de vista que defendemos aquí es, por tanto, un realismo científico sobre los universales. Podría también ser llamado un realismo a posteriori. [...]
En el primer volumen, Nominalismo y realismo, critico ampliamente y rechazo las diversas versiones de nominalismo, junto con el realismo platónico. Examino también y rechazo el punto de vista según el cual las propiedades y relaciones son tan particulares como los objetos que tienen propiedades y relaciones. Concluyo que debemos admitir universales objetivos que, no obstante, no existen independientemente de los particulares. Prosigo examinando la noción de particular y rechazo el punto de vista que sostiene que podemos dar cuenta de los particulares como si fueran «haces de universales» [haces de propiedades]. La conclusión que saco es que particularidad y universalidad, irreductibles una a la otra, están implicadas en toda existencia. Acabo el primer volumen avanzando una hipótesis de mundo que no admite nada más que cosas particulares que poseen propiedades y relaciones.
Lo dicho hasta aquí, aunque impugnado por muchos, resulta, por lo menos en sus líneas generales, bastante familiar. En el segundo volumen, no obstante, intento elaborar una detallada teoría de los universales, simplemente basada en la ciencia natural. En este intento me adentro en relativamente poco explorados territorios. Pues, con la única excepción de un sugerente trabajo de Hilary Putnam (1970), los filósofos contemporáneos, por lo menos, han ignorado ampliamente la posibilidad de desarrollar una teoría sobre universales objetivos, en la que los universales particulares admitidos estén determinados por criterios científicos más que por consideraciones semánticas. Quizá podría decirse que Platón, en sus últimas obras, Aristóteles y los realistas escolásticos iban por delante de la filosofía contemporánea en esta materia, aunque con la desventaja enorme, claro está, de su relativo retraso respecto de la ciencia y la metodología científica en sus días.