Popper: decisionisme moral/es
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La actitud racionalista se caracteriza por la importancia que le asigna al razonamiento y a la experiencia. Pero no hay ningún razonamiento lógico ni ninguna experiencia que puedan sancionar esta actitud racionalista, pues sólo aquellos que se hallan dispuestos a considerar el razonamiento o la experiencia y que, por lo tanto, ya han adoptado esta actitud, se dejarán convencer por ello. [...] Pero eso significa que todo aquel que adopte la actitud racionalista lo hará porque ya ha adoptado previamente, sin ningún razonamiento, algún supuesto, decisión, creencia, hábito o conducta que caen dentro de los límites de lo irracional. Sea ello lo que fuere, podríamos darle el nombre de fe irracional en la razón. [...] La elección que tenemos ante nosotros no es simplemente cuestión intelectual o de gusto. Es una decisión moral. [...]
Como vimos antes [...], los argumentos no pueden determinar una decisión moral tan fundamental. Pero esto no significa que nuestra elección haya de prescindir de toda suerte de argumentos. Muy por el contrario, toda vez que nos veamos ante una decisión moral de tipo más abstracto nos convendrá analizar cuidadosamente las consecuencias correspondientes a las distintas alternativas entre la cuales debemos optar. En efecto, sólo si alcanzamos a ver estas consecuencias en forma concreta y práctica conoceremos realmente el peso de nuestra decisión, pues de otro modo estaríamos decidiendo a ciegas. [...] Este punto [...] es importante, pues demuestra que el análisis racional de las consecuencias de una decisión no hace racional la decisión; no son las consecuencias las que determinan nuestra decisión; somos siempre nosotros los que decidimos. Pero un análisis de las consecuencias o equivale a la diferencia que media entre una decisión concreta y su clara representación a través de lo que llamamos «imaginación» o equivale a la diferencia que media entre una decisión tomadas a ciegas y otra con los ojos bien abiertos.