Plató: la ciència i la sensació/es
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Teeteto 151e-152a
Sócrates. --¿Dices que la ciencia es la sensación.
Teeteto. --Sí.
--Esta definición que das de la ciencia no es despreciable. Es la misma que ha dado Protágoras, aunque se expresó de otra manera. El hombre, dice Protágoras, es la medida de todas las cosas, para las que son, de su ser, para las que no son, de su no-ser. ¿Habrás leído esto sin duda?
--Sí, y más de una vez.
--¿Y no dice más o menos esto: las cosas son para mí tales como me parecen; y para ti tales como te parecen? Y tú y yo somos hombres.
--En efecto, es lo que dice.
Teeteto 161b-162a.
Sócrates. --¿Sabes, Teodoro, qué es lo que me asombra en tu amigo Protágoras?
Teeteto. --¿Qué es?
--Me ha parecido bien todo lo que dice para probar que lo que le parece a cada cual es tal como le parece. Pero me ha sorprendido que al principio de su libro sobre la verdad no haya dicho que la medida de todas las cosas es el cerdo, el cinocéfalo o algún otro ser todavía más extraño de los que están dotados de sensación. Hubiese sido un conocimiento magnífico y completamente despreciativo para nuestra especie. Así hubiese demostrado que, mientras nosotros lo admiramos como a un dios por su sabiduría, no es superior en inteligencia, no ya a otro hombre, sino ni siquiera a una rana. ¿Qué podemos decir, pues Teodoro? Si las opiniones que se forman en nosotros por medio de las sensaciones son verdaderas para cada uno, si ninguno es más hábil que otro para distinguir la verdad o la falsedad de una opinión; si al contrario, como a menudo hemos dicho, cada cual juzga únicamente según sus impresiones, y si todos sus juicios son verdaderos y rectos, ¿en virtud de qué privilegio Protágoras sería sabio hasta el extremo de creerse con derecho de enseñar a los demás y de poner precio tan alto a sus lecciones, mientras que nosotros no seríamos más que unos ignorantes, condenados a asistir a su escuela, puesto que cada cual es para sí mismo la medida de su propia sabiduría? ¿Cómo no decir que Protágoras ha dicho esto burlándose? Me callo en lo que a mí concierne y sobre mi talento, para hacer dar a luz a los espíritus; en su sistema este talento es extraordinariamente ridículo, igual, a mi parecer, que todo el arte de la dialéctica. Porque, ¿no es una extravagancia insigne tratar de examinar y refutarnos mutuamente nuestras opiniones, si todas son verdaderas para cada cual, y si la verdad es como la ha definido Protágoras, y si no ha hablado en broma del santuario de su libro?
Teeteto 186d,e
Sócrates. --Por consiguiente, el saber no radica en nuestras impresiones, sino en el razonamiento que hacemos acerca de éstas. Aquí, efectivamente, es posible aprehender el ser y la verdad, pero allí es imposible.
Teeteto. --Evidentemente.
--¿Vas a darle, entonces, el mismo nombre a una y a otra cosa, cuando son tan diferentes?
--No sería justo, ciertamente.
--¿Qué nombre le atribuyes, pues, a aquello, al ver, oír, oler, sentir frío o calor?
--Yo lo llamo percibir. ¿Qué otro nombre podría darle?
--Luego a todo eso le das en conjunto el nombre de percepción.
--Necesariamente.
--Y decimos que esto no participa en la aprehensión de la verdad, pues no participa en la aprehensión del ser.
--Por supuesto que no.
--Luego tampoco en la aprehensión del saber.
--No, en efecto.
--Por consiguiente, Teeteto, la percepción y el saber nunca podrán ser una misma cosa.
--Parece que no, Sócrates. Ahora es cuando especialmente se ha puesto de manifiesto que el saber es algo diferente de la percepción.
Teeteto 170e-171c.
Sócrates. --¿Y qué ocurre con el mismo Protágoras? Si no hubiese juzgado que el hombre es la medida de todas las cosas, y si el pueblo no lo pensara, como en efecto no lo piensa, ¿no sería necesario que la verdad tal como él la ha definido no existiese para nadie? Y si él ha creído esto, y la multitud piensa lo contrario, ¿no observas tú primeramente que en la misma medida que el número de los que no comparten su opinión sobrepasa el de sus partidarios, la verdad tal como él la entiende debe no existir más que existir?
--Esto es indudable, si existe o no existe, según cada opinión.
--Pero, en segundo lugar, lo más divertido de él es esto. Protágoras, al afirmar que lo que le parece a cada uno es verdadero, concede que es verdadera la opinión de los que contradicen la suya y creen que se equivoca.
--Efectivamente.
--Así pues, ¿es necesario que su opinión sea falsa, ya que reconoce como verdadera la opinión de los que creen que se equivocan?
--Necesariamente.
--Los otros, por su parte, ¿reconocen que se equivocan?
--No, ciertamente.
--Así pues, ¿está obligado aún a reconocer esta opinión como verdadera, según sus escritos?
--Aparentemente.
--Por consiguiente, habrá oposición por todos lados, empezando por el mismo Protágoras. ¿O más bien Protágoras, al admitir que piensa con verdad el que tiene una opinión contraria a la suya, admite queni el perro ni ningún hombre es la medida de ninguna cosa si no la ha estudiado? ¿No es así?
--Si.
--Por consiguiente, ya que todos se oponen a ella, la verdad de Protágoras no es verdadera para nadie, ni para otro ni para él mismo.
--Sócrates, tratamos muy mal a mi amigo.
Teeteto 182b-183c.
Sócrates. --Dejemos todo lo demás, atengámonos al único punto en cuestión y preguntémosles: todo se mueve y fluye; ¿es esto lo que decís?
Teodoro. --Sí.
--¿Sin duda con el doble movimiento que hemos distinguido, traslación y alteración?
--Nada que objetar, si queremos que todo se mueva plena y perfectamente.
--Si sólo hubiese traslación sin alteración, podría decirse cuál es la naturaleza de lo que se mueve y cambia de lugar, ¿no es cierto?
--Sí.
--Pero como no es incluso una cosa estable que lo que fluye, fluya blanco; como al contrario, hay cambio a este respecto, de suerte que la misma blancura se escapa y se convierte en otro color por miedo a que se la sorprenda en un estado fijo, ¿es jamás posible llamar a un color por su nombre, de modo que no nos equivoquemos?
--¿Qué medio puede haber, Sócrates, de determinar el color o alguna otra cualidad, si pasando sin cesar escapa a la palabra que quiere cogerla?
--¿Y qué diremos de las sensaciones, por ejemplo, las de ver y oír? ¿Aseguraremos que permanecen en el estado de visión y de audición?
--No podremos hacerlo, si es verdad que todo se mueve.
--Por consiguiente, ya que todo está en un movimiento absoluto, no debe decirse que hay visión con preferencia a no-visión, ni que una sensación está con preferencia a que no está.
--No, sin duda.
--Ahora bien, la sensación es la ciencia, según hemos dicho.
--Es cierto.
--Por tanto, cuando nos han preguntado qué es la ciencia, hemos respondido que es una cosa que no es ciencia con preferencia a no-ciencia.
--Eso parece.
--Si todo se mueve, en efecto, toda respuesta sobre cualquier punto es igualmente justa, si se dice que es así, o que no es así, o si lo prefieres, que va siendo o que no va siendo, a fin de no inmovilizarlo ni aún con palabras.
--Dices bien.
--Sí, Teodoro, salvo que he utilizado las expresiones «así» y «no-así». Y no debe usarse la palabra «así»: pues «así», igual que «no-así», sería algo fijo, y estas palabras no expresarían el movimiento. Los partidarios de esta doctrina deben crear algún otro término. Y por el momento, en su hipótesis no tienen ninguno del que se puedan servir, sino tal vez éste: «ni siquiera así». Esta expresión indefinida es la que más conviene a su opinión.
--En efecto, es ésta una manera de hablar que les agrada del todo.
--Así pues, Teodoro, ya estamos libres de tu amigo, y no le concederemos que todo hombre es la medida de todas las cosas, a menos que diga el sabio. Y que la ciencia sea la sensación, tampoco lo concederemos, al menos según el método del «todo se mueve».