Lévi-Strauss: el pensament salvatge/es
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Lo que intento definir como «pensamiento salvaje» no es atribuible con propiedad a nadie, ya se trate de una porción o de un tipo de civilización. No tiene ningún carácter predicativo. Más bien digamos que, con el nombre de pensamiento salvaje, designo el sistema de postulados y de axiomas requeridos para fundar un código que permite traducir, con el mínimo mal rendimiento posible, a lo «otro» en lo «nuestro», y recíprocamente, el conjunto de las condiciones en las cuales comprendernos mejor; es claro que siempre con un residuo. En lo más íntimo el «pensamiento salvaje» sólo es, según mi intención, el lugar de reencuentro, el efecto de un esfuerzo de comprensión, de mí colocándome en su lugar, de ellos colocados por mi en mi lugar. Las circunlocuciones apropiadas para examinar su naturaleza se referirían a las nociones de lugar geométrico, de común denominador, del mayor común múltiplo, etc., excluyendo la idea de algo que pertenecería intrínsecamente a una porción de la humanidad y que la definiría en el absoluto. Por más que en el fondo me siento –y con esto termino– totalmente de acuerdo con Ricoeur, a excepción de que el principio de la diferencia que él postula no me parece estar en los pensamientos en sí mismos, sino en las variadas situaciones en que el observador se encuentra frente a dichos pensamientos.