Leibniz, G. W.: les idees innates com a virtualitats/es
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Teófilo.- Os lo concedo en lo referente a las ideas puras, que contrapongo a las imágenes de los sentidos, y respecto a las verdades necesarias o de razón, que opongo a las verdades de hecho. En tal sentido, hay que afirmar que toda la Aritmética y la Geometría son innatas y están en nosotros de una manera virtual, de suerte que resulta posible encontrarlas si se las considera con atención y dejando de lado lo demás que tenemos en el espíritu, sin servirse de ninguna otra verdad aprendida por medio de la experiencia o por tradición ajena, tal y como Platón lo demostró en un diálogo, en el cual presenta a Sócrates conduciendo a un niño a verdades abstrusas por el sólo medio de las preguntas, sin enseñarle nada. Por tanto, es posible fabricarse ciencias enteras en el propio gabinete, e incluso a ciegas, sin aprender mediante la vista o el tacto las verdades necesarias; aunque también es cierto que las ideas de que tratamos no habrían sido consideradas si nunca hubiésemos visto ni tocado nada. Una admirable economía de la naturaleza hace que no podamos tener pensamientos abstractos que no se apoyen en algo sensible, aun cuando no se trate más que de caracteres como las figuras de las letras, o de sonidos; sin embargo, entre dichos pensamientos y los caracteres no existe ninguna conexión necesaria. Si estas huellas sensibles no fuesen necesarias, tampoco existiría la armonía preestablecida, sobre la cual tendré ocasión de conversar con vos más ampliamente. Pero todo eso no impide que el espíritu tome las verdades necesarias de sí mismo. De vez en cuando, se aprecia lo lejos que podría ir sin ningún tipo de ayuda, como en el caso del muchacho sueco que llegó a hacer de memoria e instantáneamente grandes cálculos, a base de cultivarla, sin haber aprendido la manera usual de contar, ni tampoco a leer y â escribir, si es que recuerdo bien lo que se me contó al respecto. Cierto es que no llegó a resolver los problemas inversos, como los planteados en la extracción de raíces; pero eso no impide que hubiera podido conseguirlo por sí mismo mediante alguna nueva habilidad de su espíritu. De manera que todo eso lo único que prueba es que existen grados en la dificultad que tenemos para apercibirnos de lo que hay en nosotros mismos. Hay principios innatos que son comunes, y muy sencillos para todos; hay teoremas que, asimismo, se descubren pronto, y constituyen las ciencias naturales, las cuales son comprendidas mejor por algunos que por otros. En fin, en un sentido más amplio que es bueno utilizar para llegar a nociones más comprehensivas y determinadas, todas las verdades que se pueden deducir de los conocimientos innatos primitivos pueden a su vez ser denominadas innatas, porque el espíritu las puede extraer de su propio fondo, aun cuando a menudo no resulte fácil. Y si alguien da a las palabras otro sentido, no quiero entrar en discusiones referentes a palabras.
Filaletes. -Ya he reconocido que en el alma puede haber cosas que no sean apercibidas, pues uno no siempre recuerda a propósito todo cuanto sabe, pero siempre hace falta que hayan sido aprendidas, y que en alguna otra ocasión hayan sido conocidas expresamente. De tal modo que, si es posible afirmar que algo está en el alma, aunque el alma todavía no lo haya conocido, sólo puede ser porque tiene la capacidad o facultad de conocerlo.
Teófilo. -¿Y por qué no podría haber alguna otra razón, por ejemplo que el alma pueda tener algo en sí misma sin haberse apercibido de ello? Pues ya que admitís que un conocimiento adquirido puede quedarle oculto en la memoria, ¿por qué la Naturaleza no iba a haber podido ocultarle también algún conocimiento originario? ¿Acaso es necesario que una sustancia que se conozca sepa en primer lugar precisamente aquello que le es natural? ¿Acaso una sustancia (por ejemplo, nuestra alma) no puede y no debe poseer múltiples propiedades y afecciones, que resulta imposible considerar en su totalidad desde el primer momento? Los platónicos opinaban que todos nuestros conocimientos eran reminiscencias, de tal manera que las verdades que el alma trajo al nacer el hombre, a las que se denomina innatas, debían ser residuos de algún conocimiento expreso más antiguo. Pero esta opinión no tiene ningún fundamento, y resulta fácil argumentar que el alma ya debía tener conocimientos innatos en el estado precedente (si la preexistencia fuese cierta), por lejano que fuese, de modo que también éstos debían provenir de algún estado precedente, en el cual serían efectivamente innatos o al menos creados simultáneamente, o bien habría que continuar al infinito, haciendo que las almas fuesen eternas, en cuyo caso esos conocimientos de nuevo resultarían innatos, al no tener nunca comienzo el alma; y si alguno pretendiese que cada estado posterior ha poseído algo de esos estados más antiguos, lo cual no ha dejado a los siguientes, cabría responderle que algunas verdades evidentes tendrían que haber existido en cada uno de dichos estados. Y tómese de la manera que se quiera, siempre resulta evidente que, en todos los estados del alma, las verdades necesarias son innatas y su existencia se comprueba a partir de lo interior, sin que puedan establecerse a partir de experiencias, como ocurre con las verdades de hecho. ¿Por qué motivos el alma no puede poseer algo que no haya utilizado nunca? Y tener algo sin utilizarlo, ¿es lo mismo que tener la facultad de conseguirlo? Si así fuera, nunca poseeríamos cosas de las que pudiésemos disfrutar: pues como es sabido, aparte de la facultad y del objeto, para que la facultad se ejerza sobre el objeto a menudo hace falta alguna disposición, sea en la facultad, sea en el objeto, sea en ambos.
Filaletes. -Si se toman las cosas así, se puede decir que en el alma hay grabadas verdades que, sin embargo, el alma nunca ha conocido e incluso nunca conocerá. Lo cual me resulta extraño.
Teófilo. -No veo en ello ningún absurdo, ni siquiera aunque no se pudiera afirmar que dichas verdades existen. Pues algún día, cuando nuestras almas estén en otro estado, se pueden desarrollar en ellas cosas más relevantes que cuantas podemos conocer en el presente modo de vida.
Filaletes. -Pero aun supuesto que haya verdades que puedan estar impresas en el entendimiento sin que éste las aperciba, no veo cómo pueden diferir, por relación a su origen, de las verdades que sólo él puede conocer.
Teófilo. -El espíritu no sólo es capaz de conocerlas, sino también de encontrarlas en sí mismo, y si sólo tuviese la simple capacidad de recibir los conocimientos o la potencia activa para ello, tan indeterminada como la que tiene la cera para las figuras y la tabla rasa para las letras, no sería la fuente de las verdades necesarias, como acabo de demostrar que es: pues es innegable que los sentidos no bastan para hacernos ver la necesidad de dichas verdades, de tal modo que el espíritu tiene una disposición (tanto activa como pasiva) para sacarlas él mismo de su fondo; a pesar de que los sentidos son necesarios para darle ocasión e interés para hacerlo, y para orientar más bien hacia unas que hacia otras. Como podéis ver, las personas que piensan : de otra manera, por sabias que puedan ser, parecen no n haber meditado suficientemente en las consecuencias de la diferencia que existe entre las verdades necesarias o eternas y las verdades experimentales, como ya he hecho notar y como toda esta réplica demuestra La demostración originaria de las verdades necesarias sólo proviene del entendimiento, y las restantes verdades provienen de las experiencias o de las observaciones de los sentidos. Nuestro espíritu puede conocer unas y otras, pero es origen de las primeras, y por muchas experiencias particulares que puedan tenerse de una verdad universal, sin conocer la necesidad de la misma por medio de la razón misma, nunca sepodría estar seguro de ella, y por siempre, mediante la sola inducción.
Filaletes. -Mas, ¿no es cierto que, si la expresión estar en el entendimiento significa algo, tiene que significar ser apercibido y comprendido por el entendimiento?
Teófilo. -Significa algo muy diferente: basta con que aquello que está en el entendimiento pueda ser encontrado allí, y con que los orígenes o pruebas originarias de las citadas verdades sólo estén en el entendimiento: los sentidos pueden insinuar, justificar y confirmar esas verdades, pero nunca demostrar su certeza infalible y eterna.
Filaletes. -A pesar de ello, todos los que quieran tomarse el trabajo de reflexionar con alguna atención sobre las operaciones dei entendimiento, encontrarán que el consentimiento que otorga el espíritu sin esfuerzo a determinadas verdades depende de la facultad del espíritu humano.
Teófilo. -De acuerdo. Pero precisamente esa relación particular del espíritu humano con dichas verdades convierte al ejercicio de la facultad en fácil y sencillo, y hace que se las denomine innatas. La posibilidad de entenderlas no consiste en una simple facultad: es una disposición, una aptitud, una preformación que determina nuestra alma y que hace que puedan ser deducidas de ella. Al modo en que hay diferencias entre la figura que se da a la piedra o al mármol indiferentemente y la que ya está indicada en Las vetas, o están dispuestas a hacerse ver si el obrero sabe aprovecharlas.