Plató: coneixement i amor
De Wikisofia
Text original editat en castellà.
+++ Platón: conocimiento y amor
Es preciso -dijo- que quien pretenda ir por el camino recto hacia ese objetivo empiece desde joven a encaminarse hacia los cuerpos bellos, y en primer lugar, si su guía lo conduce correctamente, que se enamore de un solo cuerpo y en él engendre razonamientos bellos; luego, que comprenda que la belleza que hay en un cuerpo cualquiera es hermana de la que hay en otro cuerpo, y que, si se debe perseguir la belleza de la forma, es una gran insensatez no considerar que es una sola y la misma la belleza que hay en todos los cuerpos. Tras haber comprendido esto, debe erigirse en amante de todos los cuerpos bellos y aquietar ese violento deseo de uno solo, despreciándolo y considerándolo poca cosa. Después de eso, considerar más preciosa la belleza que hay en las almas que la que hay en el cuerpo, de suerte que, si alguien es virtuoso de alma, aunque tenga poca lozanía, le baste para amarlo, cuidarse de él, procrear y buscar razonamientos de tal clase que vayan a hacer mejores a los jóvenes, para verse obligado de nuevo a contemplar la belleza que hay en las normas de conducta y en las leyes y a observar que todo ello está emparentado consigo mismo, con el fin de considerar que la belleza relativa al cuerpo es algo poco importante. Después de las normas de conducta, debe conducirlo a las ciencias, para que vea asimismo la belleza de éstas y, dirigiendo su mirada a esa belleza ya abundante, no sea ya en el futuro vil y de espíritu mezquino sirviendo, como un esclavo, a la belleza que radica en un solo ser, contentándose con la de un muchacho, un hombre, o una sola norma de conducta, sino que, vuelto hacia el extenso mar de la belleza y contemplándolo, procree muchos, bellos y magníficos discursos y pensamientos en inagotable amor por la sabiduría, hasta que, fortalecido entonces y engrandecido, aviste una ciencia única, que es de la siguiente manera y se ocupa de una belleza como la siguiente. [...]
En efecto, éste es precisamente el camino correcto para dirigirse a las cuestiones relativas al amor o ser conducido por otro: con la mirada puesta en aquella belleza, empezar por las cosas bellas de este mundo y, sirviéndose de ellas a modo de escalones, ir ascendiendo continuamente de un solo cuerpo a dos y de dos a todos los cuerpos bellos, y de los cuerpos bellos a las bellas normas de conducta, y de las normas de conducta a los bellos conocimientos, y a partir de los conocimientos acabar en aquel que es conocimiento no de otra cosa, sino de aquella belleza absoluta, para que conozca por fin lo que es la belleza en sí. En este instante de la vida, querido Sócrates -dijo la extranjera de Mantinea-, más que en ningún otro, vale la pena el vivir del hombre: cuando contempla la belleza en sí.
Text traduït al català (Traducció automàtica pendent de revisió).
+++ Plató: coneixement i amor
Cal -va dir- que qui pretengui anar pel camí recte cap a aquest objectiu comenci des de jove a encaminar-se cap als cossos bells, i en primer lloc, si la seva guia ho condueix correctament, que s'enamori d'un sol cos i en ell engendri raonaments bells; després, que comprengui que la bellesa que hi ha en un cos qualsevol és germana de la qual hi ha en un altre cos, i que, si s'ha de perseguir la bellesa de la forma, és una gran insensatesa no considerar que és una sola i la mateixa la bellesa que hi ha en tots els cossos. Després d'haver comprès això, ha d'erigir-se en amant de tots els cossos bells i aquietar aquest violent desig d'un solament, menyspreant-ho i considerant-ho poca cosa. Després d'això, considerar més preciosa la bellesa que hi ha en les ànimes que la que hi ha en el cos, de manera que, si algú és virtuós d'ànima, encara que tingui poca lozanía, li basti per estimar-ho, cuidar-se d'ell, procrear i buscar raonaments de tal classe que vagin a fer millors als joves, per veure's obligat de nou a contemplar la bellesa que hi ha en les normes de conducta i en les lleis i a observar que tot això està emparentat amb si mateix, amb la finalitat de considerar que la bellesa relativa al cos és alguna cosa poc important. Després de les normes de conducta, ha de conduir-ho a les ciències, perquè vegi així mateix la bellesa d'aquestes i, dirigint la seva mirada a aquesta bellesa ja abundant, no sigui ja en el futur vil i d'esperit mesquí servint, com un esclau, a la bellesa que radica en un sol ser, acontentant-se amb la d'un noi, un home, o una sola norma de conducta, sinó que, tornat cap a l'extens mar de la bellesa i contemplant-ho, procree molts, bells i magnífics discursos i pensaments en inesgotable amor per la saviesa, fins que, enfortit llavors i engrandit, albiri una ciència única, que és de la següent manera i s'ocupa d'una bellesa com la següent. [...]
En efecte, aquest és precisament el camí correcte per dirigir-se a les qüestions relatives a l'amor o ser conduït per un altre: amb la mirada posada en aquella bellesa, començar per les coses belles d'aquest món i, servint-se d'elles a manera de graons, anar ascendint contínuament d'un sol cos a dos i de dos a tots els cossos bells, i dels cossos bells a les belles normes de conducta, i de les normes de conducta als bells coneixements, i a partir dels coneixements acabar en aquell que és coneixement no d'una altra cosa, sinó d'aquella bellesa absoluta, perquè conegui per fi el que és la bellesa en si. En aquest instant de la vida, volgut Sòcrates -va dir l'estrangera de Mantinea-, més que en cap altre, val la pena el viure de l'home: quan contempla la bellesa en si.
El banquete, 210a-211d (Alianza, Madrid 1993, p. 96-98). |
Original en castellà
Es preciso –dijo– que quien pretenda ir por el camino recto hacia ese objetivo empiece desde joven a encaminarse hacia los cuerpos bellos, y en primer lugar, si su guía lo conduce correctamente, que se enamore de un solo cuerpo y en él engendre razonamientos bellos; luego, que comprenda que la belleza que hay en un cuerpo cualquiera es hermana de la que hay en otro cuerpo, y que, si se debe perseguir la belleza de la forma, es una gran insensatez no considerar que es una sola y la misma la belleza que hay en todos los cuerpos. Tras haber comprendido esto, debe erigirse en amante de todos los cuerpos bellos y aquietar ese violento deseo de uno solo, despreciándolo y considerándolo poca cosa. Después de eso, considerar más preciosa la belleza que hay en las almas que la que hay en el cuerpo, de suerte que, si alguien es virtuoso de alma, aunque tenga poca lozanía, le baste para amarlo, cuidarse de él, procrear y buscar razonamientos de tal clase que vayan a hacer mejores a los jóvenes, para verse obligado de nuevo a contemplar la belleza que hay en las normas de conducta y en las leyes y a observar que todo ello está emparentado consigo mismo, con el fin de considerar que la belleza relativa al cuerpo es algo poco importante. Después de las normas de conducta, debe conducirlo a las ciencias, para que vea asimismo la belleza de éstas y, dirigiendo su mirada a esa belleza ya abundante, no sea ya en el futuro vil y de espíritu mezquino sirviendo, como un esclavo, a la belleza que radica en un solo ser, contentándose con la de un muchacho, un hombre, o una sola norma de conducta, sino que, vuelto hacia el extenso mar de la belleza y contemplándolo, procree muchos, bellos y magníficos discursos y pensamientos en inagotable amor por la sabiduría, hasta que, fortalecido entonces y engrandecido, aviste una ciencia única, que es de la siguiente manera y se ocupa de una belleza como la siguiente. [...]
En efecto, éste es precisamente el camino correcto para dirigirse a las cuestiones relativas al amor o ser conducido por otro: con la mirada puesta en aquella belleza, empezar por las cosas bellas de este mundo y, sirviéndose de ellas a modo de escalones, ir ascendiendo continuamente de un solo cuerpo a dos y de dos a todos los cuerpos bellos, y de los cuerpos bellos a las bellas normas de conducta, y de las normas de conducta a los bellos conocimientos, y a partir de los conocimientos acabar en aquel que es conocimiento no de otra cosa, sino de aquella belleza absoluta, para que conozca por fin lo que es la belleza en sí. En este instante de la vida, querido Sócrates –dijo la extranjera de Mantinea–, más que en ningún otro, vale la pena el vivir del hombre: cuando contempla la belleza en sí.