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Locke: el mecanisme de la sensació

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Text original editat en castellà.


Del mismo modo que se producen en nosotros las ideas de las cualidades originarias, podemos pensar que se producen las de las cualidades secundarias, es decir, por la actuación de partículas insensibles sobre nuestros sentidos. Porque resulta claro que existen, y en gran cantidad cuerpos tan pequeños que no podemos descubrir por nuestros sentidos ni su volumen, ni su forma, ni su movimiento, como evidentemente ocurre con las partículas del aire y del agua, y con otras muchísimo más pequeñas que éstas. Quizá tan pequeñas con respecto a las partículas del aire y del agua como lo son éstas con respecto a un guisante o a un granito. Supongamos, pues, que los diferentes movimientos y formas, volumen y número de dichas partículas provocan en nosotros, cuando afectan a los diversos órganos de nuestros sentidos, esas sensaciones diferentes que nos producen los colores y olores de los cuerpos: que una violeta, por ejemplo, por el impulso de estas partículas insensibles de materia, de forma y volumen particulares, en los diferentes grados y variaciones de sus movimientos, haga que las ideas de color azul y del aroma suave de esa flor se produzcan en nuestra mente, pues no es mucho más imposible creer que Dios haya unido semejantes ideas a movimientos con los que no guardan ninguna similitud, que lo es pensar que haya unido la idea de dolor al movimiento de un pedazo de acero que rasga nuestra carne, movimiento respecto al que esa idea de dolor no tiene ninguna similitud.


Text traduït al català (Traducció automàtica pendent de revisió).


De la mateixa manera que es produeixen en nosaltres les idees de les qualitats originàries, podem pensar que es produeixen les de les qualitats secundàries, és a dir, per l'actuació de partícules insensibles sobre els nostres sentits. Perquè resulta clar que existeixen, i en gran quantitat cossos tan petits que no podem descobrir pels nostres sentits ni el seu volum, ni la seva forma, ni el seu moviment, com evidentment ocorre amb les partícules de l'aire i de l'aigua, i amb unes altres moltíssim més petites que aquestes. Potser tan petites pel que fa a les partícules de l'aire i de l'aigua com el són aquestes pel que fa a un pèsol o a un granit. Suposem, doncs, que els diferents moviments i formes, volum i nombre d'aquestes partícules provoquen en nosaltres, quan afecten als diversos òrgans dels nostres sentits, aquestes sensacions diferents que ens produeixen els colors i olors dels cossos: que una violeta, per exemple, per l'impuls d'aquestes partícules insensibles de matèria, de forma i volum particulars, en els diferents graus i variacions dels seus moviments, faci que les idees de color blau i de l'aroma suau d'aquesta flor es produeixin en la nostra ment, doncs no és molt més impossible creure que Déu hagi unit semblants idees a moviments amb els quals no guarden cap similitud, que ho és pensar que hagi unit la idea de dolor al moviment d'un tros d'acer que esquinça la nostra carn, moviment respecte al que aquesta idea de dolor no té cap similitud.

Ensayo sobre el entendimiento humano, l.2, cap. 8, n. 13 (Editora Nacional, Madrid 1980, vol.1, p. 208-209).

Original en castellà

Del mismo modo que se producen en nosotros las ideas de las cualidades originarias, podemos pensar que se producen las de las cualidades secundarias, es decir, por la actuación de partículas insensibles sobre nuestros sentidos. Porque resulta claro que existen, y en gran cantidad cuerpos tan pequeños que no podemos descubrir por nuestros sentidos ni su volumen, ni su forma, ni su movimiento, como evidentemente ocurre con las partículas del aire y del agua, y con otras muchísimo más pequeñas que éstas. Quizá tan pequeñas con respecto a las partículas del aire y del agua como lo son éstas con respecto a un guisante o a un granito. Supongamos, pues, que los diferentes movimientos y formas, volumen y número de dichas partículas provocan en nosotros, cuando afectan a los diversos órganos de nuestros sentidos, esas sensaciones diferentes que nos producen los colores y olores de los cuerpos: que una violeta, por ejemplo, por el impulso de estas partículas insensibles de materia, de forma y volumen particulares, en los diferentes grados y variaciones de sus movimientos, haga que las ideas de color azul y del aroma suave de esa flor se produzcan en nuestra mente, pues no es mucho más imposible creer que Dios haya unido semejantes ideas a movimientos con los que no guardan ninguna similitud, que lo es pensar que haya unido la idea de dolor al movimiento de un pedazo de acero que rasga nuestra carne, movimiento respecto al que esa idea de dolor no tiene ninguna similitud.