Freud: els instints
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Text original editat en castellà.
Las fuerzas que suponemos que existen detrás de las tensiones causadas por las necesidades del ello se llaman instintos. Representan las demandas del soma a la psique, y aunque son la causa última de toda actividad, son de índole conservadora; el estado, cualquiera que sea, que un organismo ha alcanzado da lugar al nacimiento de una tendencia para restablecer ese estado tan pronto como haya sido abandonado. Es posible así distinguir un indeterminado número de instintos, tal como hacemos en la práctica corriente. No obstante, para nosotros, la cuestión importante surge de si nos será posible reducir estos numerosos instintos a unos pocos básicos. Hemos descubierto que los instintos pueden cambiar de dirección (por desplazamiento) y también que se pueden reemplazar unos a otros: la energía de un instinto pasa a otro, proceso este último que queda todavía insuficientemente comprendido. Tras largas vacilaciones y dudas hemos decidido suponer la existencia de sólo dos instintos básicos: el Eros y el instinto de destrucción. (El contraste entre los instintos de conservación de sí mismo y de conservación de la especie, así como el contraste entre el amor al yo y el amor al objeto, caen dentro del Eros.) La dirección del primero de estos instintos básicos es establecer en cualquier momento unidades mayores y preservarlas, uniéndolas unas a otras. La finalidad del segundo es, por el contrario, la de romper las conexiones y destruir cosas. En el caso del instinto de destrucción debemos suponer que su meta final es la de conducir lo que está vivo a un estado inorgánico. Por esta razón también lo llamamos instinto de muerte. Si aceptamos que las cosas vivientes llegaron después que las inanimadas y surgieron de estas últimas, entonces el instinto de muerte responde a la fórmula que al respecto hemos propuesto de que los instintos tienden hacia una vuelta al estado primitivo o anterior. En el caso del Eros (instinto del amor) no podemos aplicar dicha fórmula. El hacerlo así supondría que la sustancia viviente era en otro tiempo una unidad que posteriormente fue separada y ahora estaría pugnando por su reunión.
En las funciones biológicas ambos instintos básicos se combinan mutuamente o bien actúan el uno contra el otro. De esta forma el acto de comer es una destrucción del objeto con la meta final de incorporarlo, y el acto sexual es un acto de agresión con el propósito de una unión más íntima. Esta acción concurrente y mutuamente opuesta de los dos instintos básicos da nacimiento a la gran diversidad de los fenómenos vitales. La analogía de nuestros dos instintos básicos se extiende desde la esfera de las cosas vivientes al par de fuerzas opuestas -atracción y repulsión- que gobierna el mundo inorgánico.
Text traduït al català (Traducció automàtica pendent de revisió).
Les forces que suposem que existeixen darrere de les tensions causades per les necessitats del això es diuen instints. Representen les demandes del soma a la psique, i encara que són la causa última de tota activitat, són d'índole conservadora; l'estat, qualsevol que sigui, que un organisme ha aconseguit dóna lloc al naixement d'una tendència per restablir aquest estat tan aviat com hagi estat abandonat. És possible així distingir un indeterminat nombre d'instints, tal com fem en la pràctica corrent. No obstant això, per a nosaltres, la qüestió important sorgeix de si ens serà possible reduir aquests nombrosos instints a uns pocs bàsics. Hem descobert que els instints poden canviar de direcció (per desplaçament) i també que es poden reemplaçar uns a uns altres: l'energia d'un instint passa a un altre, procés aquest últim que queda encara insuficientment comprès. Després de llargues vacil·lacions i dubtes hem decidit suposar l'existència de només dos instints bàsics: l' Eros i el instint de destrucció. (El contrast entre els instints de conservació de si mateix i de conservació de l'espècie, així com el contrast entre l'amor al jo i l'amor a l'objecte, cauen dins de l'Eros.) La direcció del primer d'aquests instints bàsics és establir en qualsevol moment unitats majors i preservar-les, unint-les unes a unes altres. La finalitat del segon és, per contra, la de trencar les connexions i destruir coses. En el cas de l'instint de destrucció hem de suposar que la seva meta final és la de conduir el que està viu a un estat inorgànic. Per aquesta raó també l'anomenem instint de mort. Si acceptem que les coses vivents van arribar després que les inanimades i van sorgir d'aquestes últimes, llavors l'instint de mort respon a la fórmula que sobre aquest tema hem proposat que els instints tendeixen cap a una tornada a l'estat primitiu o anterior. En el cas de l'Eros (instint de l'amor) no podem aplicar aquesta fórmula. El fer-ho així suposaria que la substància vivent era en un altre temps una unitat que posteriorment va ser separada i ara estaria pugnant per la seva reunió.
En les funcions biològiques tots dos instints bàsics es combinen mútuament o bé actuen l'un contra l'altre. D'aquesta forma l'acte de menjar és una destrucció de l'objecte amb la meta final d'incorporar-ho, i l'acte sexual és un acte d'agressió amb el propòsit d'una unió més íntima. Aquesta acció concurrent i mútuament oposada dels dos instints bàsics dóna naixement a la gran diversitat dels fenòmens vitals. L'analogia dels nostres dos instints bàsics s'estén des de l'esfera de les coses vivents al parell de forces oposades -atracció i repulsió- que governa el món inorgànic.
Esquema del psicoanálisis,I, cap. 2 (Obras completas, 3 vols., Biblioteca Nueva, Madrid 1968, vol. 3, p. 1014-1015). |
Original en castellà
Las fuerzas que suponemos que existen detrás de las tensiones causadas por las necesidades del ello se llaman instintos. Representan las demandas del soma a la psique, y aunque son la causa última de toda actividad, son de índole conservadora; el estado, cualquiera que sea, que un organismo ha alcanzado da lugar al nacimiento de una tendencia para restablecer ese estado tan pronto como haya sido abandonado. Es posible así distinguir un indeterminado número de instintos, tal como hacemos en la práctica corriente. No obstante, para nosotros, la cuestión importante surge de si nos será posible reducir estos numerosos instintos a unos pocos básicos. Hemos descubierto que los instintos pueden cambiar de dirección (por desplazamiento) y también que se pueden reemplazar unos a otros: la energía de un instinto pasa a otro, proceso este último que queda todavía insuficientemente comprendido. Tras largas vacilaciones y dudas hemos decidido suponer la existencia de sólo dos instintos básicos: el Eros y el instinto de destrucción. (El contraste entre los instintos de conservación de sí mismo y de conservación de la especie, así como el contraste entre el amor al yo y el amor al objeto, caen dentro del Eros.) La dirección del primero de estos instintos básicos es establecer en cualquier momento unidades mayores y preservarlas, uniéndolas unas a otras. La finalidad del segundo es, por el contrario, la de romper las conexiones y destruir cosas. En el caso del instinto de destrucción debemos suponer que su meta final es la de conducir lo que está vivo a un estado inorgánico. Por esta razón también lo llamamos instinto de muerte. Si aceptamos que las cosas vivientes llegaron después que las inanimadas y surgieron de estas últimas, entonces el instinto de muerte responde a la fórmula que al respecto hemos propuesto de que los instintos tienden hacia una vuelta al estado primitivo o anterior. En el caso del Eros (instinto del amor) no podemos aplicar dicha fórmula. El hacerlo así supondría que la sustancia viviente era en otro tiempo una unidad que posteriormente fue separada y ahora estaría pugnando por su reunión.
En las funciones biológicas ambos instintos básicos se combinan mutuamente o bien actúan el uno contra el otro. De esta forma el acto de comer es una destrucción del objeto con la meta final de incorporarlo, y el acto sexual es un acto de agresión con el propósito de una unión más íntima. Esta acción concurrente y mutuamente opuesta de los dos instintos básicos da nacimiento a la gran diversidad de los fenómenos vitales. La analogía de nuestros dos instintos básicos se extiende desde la esfera de las cosas vivientes al par de fuerzas opuestas –atracción y repulsión– que gobierna el mundo inorgánico.