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Popper i el món 3/es

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La teoría del conocimiento del sentido común y, con ella, todos los filósofos hasta Bolzano y Frege por lo menos, daban, equivocadamente, por supuesto que sólo había un tipo de conocimiento -el conocimiento poseído por algún sujeto cognoscente.

A este tipo de conocimiento lo denominaré «conocimiento subjetivo», a pesar del hecho de que, como veremos, el conocimiento subjetivo genuino o inadulterado no existe.

La teoría del conocimiento subjetivo es muy vieja, aunque se hace explícita con Descartes: «conocer» es una actividad que presupone la existencia de un sujeto cognoscente. El que conoce es el yo subjetivo.

Deseo distinguir ahora dos tipos de «conocimiento»: el subjetivo (que habría que llamar mejor conocimiento organísmico, ya que consiste en disposiciones de organismos) y el objetivo o conocimiento en sentido objetivo que está formado por el contenido lógico de nuestras teorías, conjeturas, suposiciones (y, si lo deseamos, por el contenido lógico de nuestro código genético).

Son ejemplos de conocimiento objetivo las teorías publicadas en revistas y libros almacenados en bibliotecas, las discusiones de tales teorías, las dificultades o problemas señalados en relación con tales teorías, etc.

Podemos llamar al mundo físico «mundo 1», al mundo de nuestras experiencias conscientes, «mundo 2» y al mundo de los contenidos lógicos de los libros, bibliotecas, computadoras y similares, «mundo 3».

Tengo varias tesis acerca de este mundo 3:

(1) En el mundo 3 podemos descubrir nuevos problemas que estaban allí antes de ser descubiertos y antes de que se hiciesen conscientes; es decir, antes de que en el mundo 2 apareciese algo correspondiente a ellos. Ejemplo: descubrimos los números primos y de ahí se deriva el problema euclídeo de si la sucesión de los números primos es infinita.

(2) Por tanto, en algún sentido, el mundo 3 es autónomo: podemos hacer en este mundo descubrimientos teóricos del mismo modo que podemos hacer descubrimientos geográficos en el mundo 1.

(3) Tesis fundamental: casi todo nuestro conocimiento subjetivo (conocimiento del mundo 2) depende del mundo 3, es decir (al menos virtualmente), de las teorías formuladas lingüísticamente. Ejemplos: nuestra «auto-conciencia inmediata» nuestro «conocimiento de nosotros mismos», que es tan importante, depende en gran medida de las teorías del mundo 3: de nuestras teorías acerca de nuestro cuerpo y su existencia continua cuando quedamos dormidos o estamos inconscientes; de nuestras teorías acerca del tiempo (su carácter lineal); de nuestra teoría según la cual podemos evocar experiencias pasadas con diversos grados de claridad, etc. Con estas teorías se hallan conectadas nuestras expectativas de despertar tras haber quedado dormidos. Propongo la tesis de que la plena conciencia de sí mismo depende de todas estas teorías (del mundo 3) y de que los animales, aunque sean capaces de tener sentimientos, sensaciones, memoria y, por tanto, conciencia, no poseen la plena conciencia de sí mismos que constituye uno de los resultados del lenguaje humano y el desarrollo del mundo 3 específicamente humano.


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Podría haber lanzado un reto a quienes han oído hablar de mi actitud hostil hacia Platón y Hegel titulando esta conferencia «Teoría del Mundo Platónico» o «Teoría del Espíritu Objetivo».

El tema central de esta conferencia será lo que acostumbro a llamar, a falta de un nombre mejor, «el tercer mundo». Para explicar esta expresión, habrá que señalar que, sin tomar demasiado en serio las palabras «mundo» o «universo», podemos distinguir los tres mundos o universos siguientes: primero, el mundo de los objetos físicos o de los estados físicos; en segundo lugar, el mundo de los estados de conciencia o de los estados mentales o, quizá, de las disposiciones comportamentales a la acción; y en tercer lugar, el mundo de los contenidos de pensamiento objetivo, especialmente, de los pensamientos científicos y poéticos y de las obras de arte.

Así pues, es obvio que lo que denomino «el tercer mundo» tiene mucho que ver con la teoría de las Formas o Ideas de Platón y, por tanto, también con el espíritu objetivo de Hegel, si bien mi teoría difiere radicalmente en algunos aspectos decisivos de las de Platón y Hegel. Tiene aún más que ver con la teoría de Bolzano sobre el universo de las proposiciones en sí mismas y de las verdades en sí mismas, aunque también difiere de la de Bolzano. Mi tercer mundo se asemeja, en mayor medida, al universo de los contenidos objetivos del pensamiento de Frege.

[...]

Al defender un tercer mundo objetivo deseo provocar a aquellos que yo llamo «filósofos de la creencia»: los que, como Descartes, Locke, Berkeley, Kant o Russell, se interesan por nuestras creencias subjetivas y su fundamento u origen. Frente a ellos subrayo que el problema consiste en encontrar teorías mejores y más audaces y que lo importante no son las creencias, sino la preferencia crítica.

No obstante, deseo confesar desde ahora mismo que soy realista: sugiero, un poco como el realismo ingenuo, que hay mundos físicos y un mundo de estados de conciencia y que ambos interactúan entre sí. También creo que hay un tercer mundo en un sentido que voy a explicar más a fondo.

Entre los inquilinos de mi «tercer mundo» se encuentran especialmente los sistemas teóricos y tan importantes como ellos son los problemas y las situaciones problemáticas. Demostraré también que los inquilinos más importantes de este mundo son los argumentos críticos y lo que podríamos llamar -por semejanza con los estados físicos o los estados de conciencia- el estado de una discusión o el estado de un argumento crítico, así como los contenidos de las revistas, libros y bibliotecas.

Naturalmente, la mayoría de los que se oponen a la tesis del tercer mundo objetivo admiten que hay problemas, conjeturas, teorías, argumentos, revistas y libros. Mas todos ellos suelen decir que estas entidades son esencialmente expresiones simbólicas o lingüísticas de estados mentales subjetivos o, tal vez, de disposiciones comportamentales a la acción. Dicen, además, que estas entidades son medios de comunicación -es decir, medios simbólicos o lingüísticos mediante los que despertamos en los demás estados mentales o disposiciones comportamentales a la acción semejantes a los nuestros.

Contra esto he objetado muy a menudo que no se pueden relegar todas estas entidades y su contenido al segundo mundo.

Repetiré uno de mis argumentos típicos en favor de la existencia (más o menos) independiente del tercer mundo.

Examinaré dos experimentos mentales:

Experimento (1). Todas las máquinas y herramientas han sido destruidas, junto con todo nuestro aprendizaje subjetivo, incluyendo el conocimiento subjetivo sobre las máquinas, las herramientas y cómo usarlas. Sin embargo, sobreviven las bibliotecas y nuestra capacidad de aprender en ellas. Está claro que, tras muchas penalidades, nuestro mundo puede echar a andar de nuevo.

Experimento (2). Como antes, han sido destruidas las máquinas y herramientas, junto con nuestro aprendizaje subjetivo que incluye nuestro conocimiento subjetivo de las máquinas, las herramientas y cómo usarlas. Pero, esta vez, también han sido destruidas todas las bibliotecas, de manera que nuestra capacidad para aprender de los libros se hace inútil.

Si reflexionamos acerca de estos dos experimentos, tal vez se vea un poco más clara la realidad, significación y grado de autonomía del tercer mundo (así como sus efectos sobre el segundo y el primero). Esto es así porque, en el segundo caso, nuestra civilización no volvería a emerger hasta al cabo de muchos milenios.}}