Locke:Identitat personal/es
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John Locke, Ensayo sobre el entendimiento humano.
CAPITULO XIX (XXVII) DE LA IDENTIDAD Y DE LA DIVERSIDAD
(Este capítulo no apareció en la primera edición del Ensa¬yo. Fue añadido en la segunda, a instancias de Molineux. (N. del T.)
1 (1) Otra fuente de comparaciones, de la que la mente hace frecuente uso, respecta al ser mismo de las cosas, cuando, considerando algo co¬mo existente en un tiempo y lugar determina¬dos lo comparamos consigo mismo existiendo en otro tiempo, y de aquí se siguen las ideas de identidad y diversidad. Cuando vemos algo que está en un lugar en un determinado instante de tiempo, estamos seguros de que es la misma cosa, y no otra que al mismo tiempo existe en otro lugar. En esto consiste la identidad. No hallando concebible que dos cosas de la misma cla¬se existan al mismo tiempo y en el mismo lugar, concluimos rectamente que lo que existe en un lugar y en un tiempo determinado excluye de allí a todo lo demás de la misma clase, y perma¬nece allí ello solo. Por lo tanto, cuando nos pre¬guntamos si algo es lo mismo o no, nos referi-mos siempre a algo que existió en tal tiempo o lugar. De aquí se sigue que una cosa no puede tener dos principios de existencia, ni dos cosas un solo principio, siendo imposible para dos co¬sas de la misma clase existir al mismo tiempo y en el mismo lugar, y una y la misma cosa en lugares diferentes. Por lo tanto, lo que tiene un mismo comienzo en relación a un tiempo y lu¬gar determinados, es una misma cosa; y lo que tuvo un principio diferente en lugar y tiempo no es una misma cosa, sino diversa. . .
2 (2) Tenemos idea de tres clases de sustancias, que son: Dios; las inteligencias finitas; y los cuerpos.
Dios carece de principio, es eterno, inalterable, y está en todas partes, y por ello no puede haber duda acerca de su identidad.
En cuanto a los espíritus finitos, teniendo cada uno su tiempo y lugar determinados para existir, la relación de este tiempo y lugar siempre deter¬minará la identidad de cada uno, tanto tiempo como ellos existan.
Lo mismo puede sostenerse de cada partícula de materia; pues, en tanto que no sea hecha ninguna adición o sustracción de materia, permane¬ce siendo la misma. . .
3 (3) En todo lo dicho es fácil descubrir el principium individuationis. Su existencia misma es evidente. Determina a un ser a existir en un tiempo y lugar particular, incomunicable a dos seres de la misma clase. Esto, aunque parece más fácil concebirlo en las sustancias o modos simples, sin embargo cuando se reflexiona no es más difícil en las compuestas. Supongamos por ejemplo un átomo existiendo en un determina¬do tiempo y lugar; es evidente que, considerado en cualquier instante de su existencia, es idéntico consigo mismo en aquel instante, pues siendo en ese instante lo que es y ninguna otra cosa, es el mismo, y así debe continuar tanto tiempo como su existencia continúa. De igual modo, si dos o más átomos se unen en la misma masa, cada uno de ellos permanecerá el mismo por lo dicho anteriormente. Y mientras existan unidos, la masa, que consiste de los mismos átomos, de¬be ser la misma masa o el mismo cuerpo, aun¬que estén diferentemente mezcladas sus partes. Pero si se separa uno de estos átomos o se aña¬de uno nuevo, no será más tiempo la misma masa o el mismo cuerpo. Con respecto a las cria¬turas vivientes su identidad no depende de una masa de las mismas partículas sino de alguna otra cosa. En ella la variación de partes de ma¬teria no altera la identidad. . . La razón de que ocurra de manera distinta en ambos casos —en una masa de materia y en un cuerpo viviente- es que la identidad no se aplica a la misma cosa. . .
4 (6) La identidad del hombre consiste en una misma vida continuada, y sólo la identidad del alma es lo que hace al mismo hombre. . .
5 (9) Para hallar en qué consiste la identidad personal debemos considerar lo que representa la palabra persona; a mi entender, es un ser pen¬sante que puede razonar y reflexionar y conside¬rarse como el mismo, como una misma cosa que piensa en diferentes lugares y tiempos; y esto ocurre únicamente por el sentimiento que tiene de sus propias acciones, el cual es inseparable del pensar, y me parece que le es esencial. Es imposible que nadie perciba sin percibir que él mismo percibe. Cuando vemos, oímos, etc., sa¬bemos que hacemos eso. Por esto cada uno es para sí mismo lo que él llama “yo”. . .
6 (10) Pero se ha de inquirir si es la misma e idéntica sustancia. . . Tal vez haya quien oponga que, al ser interrumpida la conciencia por el ol¬vido, la sustancia pensante no será la misma. Pero esto no concierne a la identidad personal; la cuestión es saber qué hace que una persona sea siempre la misma, y no si es la misma sustancia la que siempre piensa en la misma persona, lo que en este caso no importa. Sustancias diferen¬tes, mediante la misma conciencia, están unidas en la misma persona; lo mismo que agregados diferentes, mediante la misma vida, están unidos en un mismo animal cuya identidad se preserva en este cambio de sustancias por la unidad de una vida continua. Siendo una misma conciencia lo que hace a un hombre ser él mismo para sí mismo, la identidad personal depende solamente de esto, ya se una solamente a una sustancia individual o continúe en una sucesión de varias sustancias. . .
7 (11) Que esto es así lo evidencia nuestro mismo cuerpo en tanto que sus partes están unidas al mismo yo consciente pensante de tal forma que, cuando se las toca, nosotros senti¬mos y somos conscientes de lo bueno o malo que les sucede, pues son una parte de nosotros mismos. . . Cortadle la mano a alguien; con ello se habrá separado de la conciencia del sujeto el calor, el frío y otras afecciones de esa mano: desde ese momento se verá que no constituye una parte del sujeto al que le fue cortada. Ve¬mos, pues, que la sustancia de que consiste el yo personal puede variarse sin cambio de la identi¬dad personal. No hay duda acerca de la conti¬nuación de la misma persona, aunque los miembros que forman parte de ella sean separados. . .
8 (17) El yo es aquella cosa consciente, pensante —sea cualquiera la sustancia de que esté formado: espiritual o material, simple o com¬puesta, esto no importa—, que es sensible al pla¬cer y al dolor, capaz de felicidad o miseria. . .
9 (18) En la identidad personal se funda el de¬recho y la justicia del premio y el castigo. . .
10 (19) La identidad personal consiste, no en la identidad de sustancia, sino en la identidad de conciencia. . .
11 (20) Pero se me objetará: suponiendo que yo pierdo la memoria de algunos aspectos de mi vida, de tal forma que nunca vuelva a ser cons¬ciente de ellos otra vez, ¿no soy yo quien hizo aquellas acciones? ; ¿no soy yo la misma perso¬na que tuvo aquellos pensamientos de los que una vez fui consciente, aunque los haya olvidado ahora? A esto respondo que debemos tener en cuenta qué es a lo que se aplica la palabra “yo”, que en este caso significa solamente hombre. (Es decir, “yo” como pronombré personal ) Como se presume que el mismo hombre es la misma persona, se supone que “yo” representa también la misma persona. Pero si es posible para el mismo hombre tener conciencia distinta e inco¬municable en tiempos distintos, está fuera de du¬da que el mismo hombre constituirá en dife¬rentes tiempos distintas personas. De ahí que las leyes humanas no castiguen las acciones de un loco como las del cuerdo. . .
12 (23) Nada, excepto la conciencia, puede unir existencias lejanas en una misma persona; la identidad de la sustancia no puede hacerlo. . .
13 (25) Estoy de acuerdo en que la opinión más probable es qu la conciencia esté unida a una sola sustancia individual inmaterial. Cualquier sustancia vitalmente unida al presente ser pensante es una parte del mismo yo que es ahora; cualquier cosa que se le una mediante una conciencia de antiguas acciones forma también una parte del mismo yo que es idéntico entonces y ahora. ..
Locke, Ensayo sobre el entendimiento humano, Aguilar Argentina, 7ª ed. 1977. p.123 - 128