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Heidegger: els problemes de l'antropologia filosòfica/es

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La pregunta por la esencia de la metafísica es la pregunta por la unidad de las facultades fundamentales del «espíritu» humano. La fundamentación kantiana revela lo siguiente: fundar la metafísica es igual a preguntar por el hombre, es decir, es antropología.

¿Pero acaso al hacer el primer intento de aprehender más originariamente la fundamentación kantiana no se desechó su reducción a la antropología? Sin duda, pues se mostró que todo lo que la antropología ofrece en materia de interpretación del conocimientoy de sus dos fuentes había sido revelado, en forma más originaria, precisamente por la Crítica de la razón pura. Pero, por el momento, sólo se concluye de esto que la antropología desarrollada por Kant es una antropología empírica y no una antropología que satisfaga la problemática trascendental, es decir, una antropología «pura». Este hecho acentúa precisamente la necesidad de una antropología satisfactoria, es decir, «filosófica», para los fines de la fundamentación de la metafísica.

Las propias palabras de Kant sirven, sin duda alguna, para comprobar que el resultado de la fundamentación kantiana consiste en la comprensión de la conexión necesaria entre la antropología y la metafísica. La fundamentación kantiana de la metafísica tiende a fundar «la metafísica en su finalidad última», es decir, la metaphysica specialis, de la que forman parte las tres disciplinas: cosmología, psicología y teología. Pero esta fundamentación, como crítica de la razón pura, debe comprender estas últimas según su esencia interna, si se debe comprender la metafísica como «disposición natural del hombre» en sus límites y en su posibilidad. La esencia interior de la razón humana se manifiesta en aquellos intereses que la mueven siempre, en tanto es humana. «Todo interés de mi razón (tanto lo especulativo como lo práctico) se resume en las tres preguntas siguientes:

1) ¿Qué puedo saber ?

2) ¿Qué debo hacer?

3) ¿Qué me es permitido esperar?» (A 804 s., B 832 s.)

Estas tres preguntas son las que se han asignado a las tres disciplinas de la metafísica propiamente dicha, es decir, a la metaphysica specialis. El saber humano se refiere a la naturaleza en el sentido más amplio de lo ante los ojos (cosmología), el hacer [Tun] es la actividad [Handeln] del hombre y concierne a su personalidad y libertad (psicología), el esperar tiende a la inmortalidad como felicidad, es decir, hacia la unión con Dios (teología).

Estos tres intereses originales determinan al hombre, no como ser natural, sino como «ciudadano del mundo». Constituyen el objeto de la filosofía «de intención cosmopolita», es decir, constituyen el campo de la filosofía propiamente dicha. Por eso dice Kant en la introducción a su curso de lógica, donde desarrolla el concepto de la filosofía en general: «El campo de la filosofía en este sentido cosmopolita se deja resumir en las siguientes preguntas:

1)¿Qué puedo saber ?

2)¿Qué debo hacer?

3)¿Qué me es permitido esperar?

4)¿Qué es el hombre?»

Surge aquí una cuarta pregunta, que se agrega a las tres ya mencionadas. Pero esta cuarta pregunta acerca del hombre ¿no queda como agregada exteriormente a las otras tres y como superflua, por lo tanto, si se considera que la psychologia rationalis, como disciplina de la metaphysica specialis, trata ya del hombre?

Pero Kant no añade simplemente esta cuarta pregunta a las tres anteriores, sino que dice: «En el fondo, todo esto se podría incluir en la antropología, pues las tres primeras preguntas se refieren a la última.»

Con esto Kant expresó inequívocamente el verdadero resultado de su fundamentación de la metafísica. Y por ello, la tentativa de una repetición de la fundamentación recibió una advertencia clara respecto a su tarea. A decir verdad, Kant no habla de la antropología sino en términos generales. Sin embargo, según lo dicho anteriormente, está fuera de duda que únicamente una antropología filosófica es capaz de hacerse cargo de la fundamentación de la filosofía propiamente dicha, de la metaphysica generalis. ¿No será que la repetición de la fundamentación kantiana tiene como tarea específica el desarrollo sistemático de la «antropología filosófica», y deberá, por lo tanto, determinar antes la idea de la misma?

§ 37. La idea de una antropología filosófica

¿Qué es lo que corresponde a una antropología filosófica? ¿Qué es, en general, la antropologíay cómo se convierte en filosófica? Antropología quiere decir ciencia del hombre. Abarca todo lo que puede investigarse acerca de la naturaleza del hombre, en su calidad de ser dotado de cuerpo, alma y espíritu. Pero en el dominio de la antropología caen no solamente las propiedades del hombre comprobables como ante los ojos, que lo diferencian como especie determinada frente al animal y a la planta, sino también sus disposiciones latentes y las diferencias de carácter, raza, sexo. Y en cuanto que el hombre no se presenta solamente como un ser natural, sino que además actúa y crea, la antropología debe tratar de comprender lo que el hombre, como ser actuante, «hace de sí mismo», lo que puede y lo que debe hacer. Su poder y deber, siempre, estriban finalmente en posiciones básicas, que el hombre como tal puede adoptar, y que nosotros llamamos Weltanschauungen, cuya «psicología» abarca el conjunto de la ciencia del hombre.

Como la antropología debe ser una reflexión sobre el hombre bajo su aspecto somático, biológico y psicológico, la caracterología, el psicoanálisis, la etnología, la psicología pedagógica, la morfología de la cultura y la tipología de las concepciones del mundo (Weltanschauungen) deben convergir en ella. No solamente no es posible abarcar con la vista el contenido, sinoque además es esencialmente diferente por la manera de plantear el problema, por lo que se pretende verificar, por el objetivo de la exposición, por la forma en que se expresa y finalmente por los supuestos que dirigen la investigación. Pero en tanto que todo esto, y por último la totalidad del ente, pueda referirse al hombre en alguna forma, incluyéndoselos por lo mismo en la antropología, esta última se hace tan amplia que su idea se pierde en la máscompleta indeterminación.

Así pues la antropología no es ya solamente el nombre de una disciplina, sino que la palabra designa hoy una tendencia fundamental de la posición actual que el hombre ocupa frente a sí mismo y en la totalidad del ente. De acuerdo con esta posición fundamental,nada es conocido y comprendido hasta no ser aclarado antropológicamente. Actualmente, la antropología no busca sólo la verdad acerca del hombre, sino que pretende decidir sobre el significado de la verdad en general.

En ninguna época se ha sabido tanto y tan diverso con respecto al hombre como en la nuestra. En ninguna época se expuso el conocimiento acerca del hombre en forma más penetrante ni más fascinante que en ésta. Ninguna época, hasta la fecha, ha sido capaz de hacer accesible este saber con la rapidez y facilidad que la nuestra. Y, sin embargo, en ningún tiempo se ha sabido menos acerca de lo que el hombre es. En ninguna época ha sido el hombre tan problemático como en la actual. (Cf. Max Scheler, Die Stellung des Menschen im Kosmos, I928, p, 13 s. (hay trad. esp. de José Gaos))

Pero ¿no serán precisamente la amplitud e incertidumbre con que se plantean las preguntas antropológicas una garantía para hacer surgir una antropología filosófica y dar una fuerza especial a tales esfuerzos? ¿No se ha ganado, con la idea de una antropología filosófica, la disciplina en la que ha de concentrarse toda la filosofía ?

Hace ya años que Max Scheler habló acerca de esta antropología filosófica. «En cierto sentido todos los problemas centrales de la filosofía pueden resumirse en la pregunta por lo que el hombre es y qué lugar y puesto metafísico ocupa dentro de la totalidad del ser, del mundo y en Dios.» (Zur Idee des Menschen. Abhandlungen und Aufsatze. T. 1, 1915 ) Pero al mismo tiempo Scheler vio también, con singular agudeza, que la diversidad de las determinaciones acerca de la esencia del hombre no se deja encerrar simplemente en una definición común: «El hombre es algo tan amplio, abigarrado y diverso que escapa a toda definición. Tiene demasiados cabos.» Y de esta suerte los esfuerzos de Scheler, acentuados en sus últimos años y empleados en una nueva inspiración fecunda, fueron dedicados no solamente a conseguir una idea unitaria del hombre, sino a destacar también las dificultades esenciales y las complicaciones de semejante tarea.

Pero tal vez la dificultad fundamental de una antropología filosófica no radica en la tarea de lograr una unidad sistemática de las determinaciones esenciales sobre esta esencia diversa, sino más bien en su concepto mismo, dificultad que no pueden hacernos olvidar siquiera los conocimientos antropológicos más extensos y «pomposos».

En resumidas cuentas ¿qué es lo que convierte en filosófica una antropología? ¿Estriba acaso la diferencia solamente en que sus conocimientos adquieren un grado de generalidad mayor que los empíricos, sin que se pueda precisar en qué grado de generalidad termina el conocimiento empírico y dónde comienza el filosófico?

Sin duda, una antropología puede llamarse filosófica si su método es filosófico, en el sentido de una consideración de la esencia del hombre. Ésta se propondría diferenciar al ente que llamamos hombre de la planta, del animal y de las demás regiones del ente, poniendo de manifiesto la constitución esencial específica de esta región determinada del ente. La antropología filosófica se convierte, pues, en una ontología regional del hombre, coordinada con las otras ontologías, que se reparten con ella el dominio total del ente. Una antropología así entendida no puede ser sin más el centro de la filosofía, y menos aún si se funda en la estructura interna de su problemática.

También es posible que la antropología sea filosófica si, como antropología, determina ya sea el fin o el punto de partida de la filosofía, o bien ambos a la vez. Si se considera que el fin de la filosofía es desarrollar una Weltanschauung, la antropología deberá delimitar «el puesto del hombre en el cosmos'. Y si se toma al hombre como aquél ente que –dentro del orden que implica el fundamentar un conocimiento absolutamente positivo– es sencillamente lo primero y más cierto, una filosofía, concebida y planeada en tal forma, tiene que asignar a la subjetividad humana una importancia central. La primera tarea puede ser conciliada con la segunda, y ambas como consideraciones antropológicas, pueden servirse del método y de los resultados de una ontología regional del hombre.

Pero precisamente estas diversas posibilidades de definir el carácter filosófico de una antropología muestran la imprecisión de esta idea. Esta imprecisión aumenta al tomarse en cuenta la diversidad de los conocimientos empírico-antropológicos en los que se basa, cuando menos en principio, toda antropología filosófica.

Por más natural y clara que sea la idea de una antropología filosófica, a pesar de su carácter equívoco, y por más irresistiblemente que se imponga, el «antropologismo» será inevitablemente combatido en la filosofía y los ataques se renovarán constantemente. La idea de una antropología filosófica no solamente carece de determinación suficiente, sino que su función en el conjunto de la filosofía queda oscura e indecisa».

[...]

«Sólo podremos plantear esta cuarta pregunta tal como debe ser planteada si la desarrollamos, como pregunta, a partir de la comprensión que hemos obtenido sobre el resultado de la fundamentación, y si renunciamos a una respuesta prematura.

Se trata de preguntar por qué las tres preguntas (1. ¿Qué puedo saber? 2. ¿Qué debo hacer? 3. ¿Qué me es permitido esperar?) «se dejan reducir» a la cuarta? ¿Por qué «puede incluirse todo esto en la antropología»? ¿Qué tienen de común estas tres preguntas, bajo qué aspecto son una, de tal modo que pueda reducírselas a la cuarta? ¿Cómo debe formularse esta cuarta pregunta para que pueda englobar y llevar en su unidad a las otras tres?» [...]

[Según Heidegger, la razón humana muestra su finitud en estas tres preguntas, ya que, cuando un poder (1ª pregunta kantiana) es problemático; cuando un deber (2ª pregunta) es problemático; y cuando un permitir (3ª pregunta) es problemático, se muestra dicha finitud]

«Pero la razón humana no solamente acusa su finitud en estas preguntas, sino que su interés más íntimo tiende hacia la finitud misma. Lejos de empeñarse en eliminar aquel poder, deber y permitir, es decir, en eliminar la finitud, se empeña en asegurarse de esta finitud para mantenerse en ella.

La finitud, por lo tanto, no se adhiere sencillamente a la razón pura humana, sino que su finitud es un hacerse finito, es decir, una «cura» por el poder ser finito.

De ahí resulta que la razón humana no es solamente finita porque se plantee las tres preguntas mencionadas, sino que, por el contrario, plantea estas preguntas porque es finita, de tal suerte que, en su racionalidad, le va por esta finitud misma. Debido a que las tres preguntas interrogan por este [objeto] único: la finitud, estas preguntas «se dejan» referir a la cuarta: ¿qué es el hombre?

Pero las tres preguntas no sólo se dejan referir a la cuarta, sino que no son otra cosa que esta misma pregunta, es decir, deben de ser referidas a esta pregunta, de acuerdo con su propia esencia. Pero esta referencia sólo es necesariamente esencial cuando esta cuarta pregunta renuncia a la universalidad e indeterminación que tiene a primera vista para adquirir esa univocidad en virtud de la cual se pregunta en ella por la finitud del hombre».

[...]

La fundamentación de la metafísica se basa en la pregunta por la finitud del hombre, de tal modo que esta finitud puede ahora convertirse en problema. La fundamentación de la metafísica es una «disociación» (analítica) de nuestro conocimiento, es decir, del conocimiento finito en sus elementos. Kant la llama un «estudio de nuestra naturaleza interna». Este estudio sólo deja de ser un preguntar accidental y desorientado acerca del hombre, para convertirse «antes bien en un deber del filósofo», a condición de que la problemática, por la que se guía esencialmente, sea comprendida originariamente y con la suficiente amplitud y lleve a tomar la «naturaleza interna» de «nuestra» mismidad como problema de la finitud en el hombre.

Por múltiples y esenciales que sean los conocimientos que la «antropología filosófica» aporte acerca del hombre, nunca podrá pretender ser, con derecho, una disciplina fundamental de la filosofía por la sola razón de ser antropología. Por el contrario, implica el constante peligro de hacer pasar desapercibida la necesidad de elaborar como problema la pregunta por el hombre, planteada en atención a una fundamentación de la metafísica».