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Si bien no se ha perdido interés en el estudio de la belleza, ésta aparece hoy como una de las formas de una peculiar manera de asomarse al mundo que se llama valor. Este descubrimiento es uno de los más importantes de la filosofía reciente y consiste, en lo fundamental, en distinguir el ser del valer. Tanto los antiguos como los modernos incluían, sin tener conciencia de ello, el valor en el ser, y medían ambos con la misma vara. Los intentos de axiología se dirigían, sin excepción, a valores aislados y en particular al bien y al mal. El estudio de estos valores aislados adquiere hoy nueva significación al advertirse el hilo sutil que los une y la proyección de luz sobre cada uno de estos sectores que arroja toda investigación de conjunto sobre la naturaleza propia del valor. De ahí que tanto la ética como la estética -de vieja estirpe filosófica- hayan dado, en los últimos años, un gran paso adelante al afinarse la capacidad de examen del valor en tanto valor. [...] | Si bien no se ha perdido interés en el estudio de la belleza, ésta aparece hoy como una de las formas de una peculiar manera de asomarse al mundo que se llama valor. Este descubrimiento es uno de los más importantes de la filosofía reciente y consiste, en lo fundamental, en distinguir el ser del valer. Tanto los antiguos como los modernos incluían, sin tener conciencia de ello, el valor en el ser, y medían ambos con la misma vara. Los intentos de axiología se dirigían, sin excepción, a valores aislados y en particular al bien y al mal. El estudio de estos valores aislados adquiere hoy nueva significación al advertirse el hilo sutil que los une y la proyección de luz sobre cada uno de estos sectores que arroja toda investigación de conjunto sobre la naturaleza propia del valor. De ahí que tanto la ética como la estética -de vieja estirpe filosófica- hayan dado, en los últimos años, un gran paso adelante al afinarse la capacidad de examen del valor en tanto valor. [...] |
Revisió del 22:19, 16 set 2017
Text original editat en castellà.
¿Qué son los valores?
Los valores constituyen un tema nuevo en la filosofía: la disciplina que lo estudia –la axiología– ensaya sus primeros pasos en la segunda mitad del siglo XIX. Es cierto que algunos valores inspiraron profundas páginas a más de un filósofo, desde Platón en adelante, y que la belleza, la justicia, el bien, la santidad, fueron temas de viva preocupación de los pensadores en todas las épocas. No es menos cierto, sin embargo, que tales preocupaciones no lograban recortar una región propia, sino que cada valor era estudiado aisladamente. La belleza, por ejemplo, interesa por sí misma y no como representante de una especie más amplia.
Si bien no se ha perdido interés en el estudio de la belleza, ésta aparece hoy como una de las formas de una peculiar manera de asomarse al mundo que se llama valor. Este descubrimiento es uno de los más importantes de la filosofía reciente y consiste, en lo fundamental, en distinguir el ser del valer. Tanto los antiguos como los modernos incluían, sin tener conciencia de ello, el valor en el ser, y medían ambos con la misma vara. Los intentos de axiología se dirigían, sin excepción, a valores aislados y en particular al bien y al mal. El estudio de estos valores aislados adquiere hoy nueva significación al advertirse el hilo sutil que los une y la proyección de luz sobre cada uno de estos sectores que arroja toda investigación de conjunto sobre la naturaleza propia del valor. De ahí que tanto la ética como la estética -de vieja estirpe filosófica- hayan dado, en los últimos años, un gran paso adelante al afinarse la capacidad de examen del valor en tanto valor. [...]
Cuando se descubre una zona nueva se producen, por lo general, dos movimientos opuestos. Uno, al que ya aludimos, y que encabezan los más entusiastas del hallazgo, pretende ver todo desde la nueva perspectiva, e intenta reducir la realidad anterior a la nueva. En oposición a este movimiento se origina otro que pretende reducir lo nuevo a lo viejo. Mientras unos sostienen que toda la filosofía no es más que axiología, otros se empeñan en que los valores no constituyen ninguna novedad, que se ha descubierto un nombre nuevo para designar viejos modos del ser.
¿A qué podrían reducirse los valores, según esta última concepción? Tres eran los grandes sectores de la realidad que habíamos señalado: las cosas, las esencias y los estados psicológicos. Se intentó, en primer término, reducir los valores a los estados psicológicos. El valor equivale a lo que nos agrada, dijeron unos; se identifica con lo deseado, agregaron otros; es el objeto de nuestro interés, insistieron unos terceros. El agrado, el deseo, el interés, son estados psicológicos; el valor, para estos filósofos, se reduce a meras vivencias.
En abierta oposición con esta interpretación psicologista se constituyó una doctrina que adquirió pronto gran significación y prestigio, y que terminó por sostener, con Nicolai Hartmann, que los valores son esencias, ideas platónicas. El error de esta asimilación de los valores a las esencias se debió en algunos pensadores a la confusión de la irrealidad con la idealidad. La supuesta intemporalidad del valor ha prestado un gran apoyo a la doctrina que pretende incluir los valores entre los objetos ideales.
Si bien nadie ha intentado reducir los valores a las cosas, no hay duda que se confundió a aquéllos con los objetos materiales que los sostienen, esto es, con sus depositarios. La confusión se originó en el hecho real de que los valores no existen por sí mismos, sino que descansan en un depositario o sostén que, por lo general, es de orden corporal. Así, la belleza, por ejemplo, no existe por sí sola flotando en el aire, sino que está incorporada a algún objeto físico: una tela, un mármol, un cuerpo humano, etc. La necesidad de un depositario en quien descansar da al valor un carácter peculiar, le condena a una vida «parasitaria», pero tal idiosincrasia no puede justificar la confusión del sostén con el sostenido. Para evitar confusiones en el futuro conviene distinguir, desde ya, entre los valores y los bienes. Los bienes equivalen a las cosas valiosas, esto es, a las cosas más el valor que se les ha incorporado. Así, un trozo de mármol es una mera cosa; la mano del escultor le agrega belleza al «quitarle todo lo que le sobra», según la irónica imagen de un escultor, y el mármol-cosa se transformará en una estatua, en un bien. La estatua continúa conservando todas las características del mármol común -su peso, su constitución química, su dureza, etc.-; se le ha agregado algo, sin embargo, que la ha convertido en estatua. Este agregado es el valor estético. Los valores no son, por consiguiente, ni cosas, ni vivencias, ni esencias; son valores.
Text traduït al català (Traducció automàtica pendent de revisió).
Què són els valors?
Els valors constitueixen un tema nou en la filosofia: la disciplina que l'estudia -l'axiología- assaja els seus primers passos en la segona meitat del segle XIX. És cert que alguns valors van inspirar profundes pàgines a més d'un filòsof, des de Plató d'ara endavant, i que la bellesa, la justícia, el bé, la santedat, van ser temes de viva preocupació dels pensadors en totes les èpoques. No és menys cert, però, que aquestes preocupacions no aconseguien retallar una regió pròpia, sinó que cada valor era estudiat aïlladament. La bellesa, per exemple, interessa per si mateixa i no com a representant d'una espècie més àmplia.
Si bé no s'ha perdut interès en l'estudi de la bellesa, aquesta apareix avui com una de les formes d'una peculiar manera de treure el cap al món que es diu valor. Aquest descobriment és un dels més importants de la filosofia recent i consisteix, en el fonamental, en distingir l'ésser del valer. Tant els antics com els moderns incloïen, sense tenir consciència d'això, el valor en l'ésser, i mesuraven ambdós amb la mateixa vara. Els intents de axiologia es dirigien, sense excepció, a valors aïllats i en particular al bé i al mal. L'estudi d'aquests valors aïllats adquireix avui nova significació al advertir el fil subtil que els uneix i la projecció de llum sobre cada un d'aquests sectors que llança tota investigació de conjunt sobre la naturalesa pròpia del valor. D'aquí que tant l'ètica com l'estètica -de vella estirp filosòfica- hagin donat, en els últims anys, un gran pas endavant en afinar la capacitat d'examen del valor en tant valor. [...]
Quan es descobreix una zona nova es produeixen, generalment, dos moviments oposats. Un, al qual ja al·ludim, i que encapçalen els més entusiastes de la troballa, pretén veure tot des de la nova perspectiva, i intenta reduir la realitat anterior a la nova. En oposició a aquest moviment s'origina un altre que pretén reduir el nou al que vell. Mentre uns sostenen que tota la filosofia no és més que axiologia, altres s'entesten a que els valors no constitueixen cap novetat, que s'ha descobert un nom nou per a designar velles maneres de l'ésser.
¿A què podrien reduir els valors, segons aquesta última concepció? Tres eren els grans sectors de la realitat que havíem assenyalat: les coses, les essències i els estats psicològics. Es va intentar, en primer terme, reduir els valors als estats psicològics. El valor equival al que ens agrada, van dir uns; s'identifica amb el desitjat, han afegit altres; és l'objecte del nostre interès, van insistir uns tercers. El grat, el desig, l'interès, són estats psicològics; el valor, per a aquests filòsofs, es redueix a meres vivències.
En oberta oposició amb aquesta interpretació psicologista es va constituir una doctrina que va adquirir aviat gran significació i prestigi, i que va acabar per sostenir, amb Nicolai Hartmann, que els valors són essències, idees platòniques. L'error d'aquesta assimilació dels valors a les essències es va deure en alguns pensadors a la confusió de la irrealitat amb la idealitat. La suposada intemporalitat del valor ha prestat un gran suport a la doctrina que pretén incloure els valors entre els objectes ideals.
Si bé ningú ha intentat reduir els valors a les coses, no hi ha dubte que es va confondre a aquells amb els objectes materials que els sostenen, és a dir, amb els seus dipositaris. La confusió es va originar en el fet real que els valors no existeixen per si mateixos, sinó que descansen en un dipositari o sosteniment que, en general, és d'ordre corporal. Així, la bellesa, per exemple, no existeix per si sola surant en l'aire, sinó que està incorporada a algun objecte físic: una tela, un marbre, un cos humà, etc. La necessitat d'un dipositari a qui descansar dóna al valor un caràcter peculiar, el condemna a una vida «parasitària», però tal idiosincràsia no pot justificar la confusió de la sustentació amb el sostingut. Per evitar confusions en el futur convé distingir, des de ja, entre els valors i els béns. Els béns equivalen a les coses valuoses, això és, a les coses més el valor que se'ls ha incorporat. Així, un tros de marbre és una simple cosa; la mà de l'escultor li afegeix bellesa a «treure-li tot el que li sobra», segons la irònica imatge d'un escultor, i el marbre-cosa es transformarà en una estàtua, en un bé. L'estàtua continua conservant totes les característiques del marbre comú -el seu pes, la seva constitució química, la seva duresa, etc.-; se li ha afegit alguna cosa, però, que l'ha convertit en estàtua. Aquest afegit és el valor estètic. Els valors no són, per tant, ni coses, ni vivències, ni essències; són valors.
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¿Qué son los valores?, FCE, México 1982, 5ª ed., p. 11-15.