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+ | --Por consiguiente, antes de que hayamos empezado a ver, a oír y a sentir de cualquier manera, es necesario que hayamos tenido conocimiento de esta igualdad en sí en su realidad, para compararle, como hacemos, las cosas sensibles iguales, y ver que estas cosas aspiran a esta igualdad sin poder alcanzarla. | ||
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+ | --Es una consecuencia necesaria de lo que se ha dicho, Sócrates. | ||
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+ | --Es muy cierto. | ||
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+ | --¿Es necesario, pues, que hayamos tenido conocimiento de la igualdad antes de este momento? | ||
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+ | --Sí. | ||
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+ | --Y por consiguiente, ¿es necesario que la hayamos conocido antes de nuestro nacimiento? | ||
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+ | --Así parece. | ||
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+ | --Si hemos tenido este conocimiento antes de nuestro nacimiento, conocemos antes de nacer no sólo la igualdad, sino la grandeza, la pequeñez, y muchas otras cosas de esta naturaleza. Pues lo que aquí decimos igualmente concierne a la igualdad que a lo bello en sí, al bien, a lo justo, lo santo, y todas las cosas que en nuestras palabras las señalamos con el carácter de ser en sí. De modo que es necesario que las hayamos conocido antes de nacer. | ||
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+ | --Y si, después de haber poseído estos conocimientos, no los olvidáramos cuando entramos en la vida, naceríamos con la ciencia y la conservaríamos toda la vida. Pues saber consiste en esto: después de haber adquirido el conocimiento de algo, tenerlo y no perderlo. En cambio olvidar, Simias, ¿no es perder la ciencia que se tenía? | ||
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+ | --Sin ninguna duda, Sócrates. | ||
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+ | --Y si, habiendo poseído estos conocimientos antes de nacer y habiéndolos perdido en el momento de nacer, volvemos a adquirirlos utilizando nuestros sentidos, ¿lo que llamamos conocer no es volver a adquirir unos conocimientos que ya teníamos, y no lo llamaremos con razón acordarse'?Sin duda. | ||
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+ | --Pues nos ha parecido muy posible que aquel que ha visto una cosa, piense, con motivo de ella, en otra que ha olvidado y que tiene alguna relación con la que ha visto, ya sea que se le parezca, o que no se le parezca. Por consiguiente, repito, una de dos: o bien nacemos con estos conocimientos y los conservamos todos durante nuestra vida, o bien aquellos de quienes decimos que se instruyen no hacen más que acordarse, y entonces la ciencia es unareminiscencia. | ||
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+ | --Así es necesariamente, Sócrates. [...] | ||
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+ | --Por tanto, ocurre de este modo, Simias. Si todas estas cosas de que siempre hablamos existen verdaderamente, lo bello, el bien, y todas las demás esencias del mismo orden, si es cierto que nosotros les referimos todas las impresiones de los sentidos como a su tipo primitivo y si es cierto que las comparamos a este tipo, entonces necesariamente, igual que existen todas estas cosas, nuestra alma debe existir también, y debe existir antes de nuestro nacimiento. Pero si estas cosas no existen, todo nuestro razonamiento se derrumba. ¿No es así'? ¿Y no es igualmente necesario que si estas cosas existen, nuestras almas existan también antes de nuestro nacimiento, y que si no existen, nuestras almas tampoco? | ||
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+ | --Sin duda es igualmente necesario Sócrates. dijo Simias. Y la consecuencia de todo ello es que nuestra alma existe antes de nuestro nacimiento, como las esencias de que has hablado. Pues, a mi parecer, nada hay más evidente. Todas estas cosas, lo bello, el bien, y las demás cosas de que hablabas, poseen la más alta existencia. Así pues, por mi parte, estoy satisfecho con esta demostración. | ||
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Revisió del 09:34, 17 set 2016
Text original editat en castellà.
--A menudo te he oído afirmar este principio, Sócrates, replicó Cebes, que conocer no es otra cosa que recordar. Si este principio es verdadero, es necesario que hayamos conocido en un tiempo anterior las cosas que en el presente recordamos; y esto es imposible si nuestra alma no existe antes de venir bajo esta forma humana. Es una nueva prueba de que nuestra alma es inmortal.
---Pero, Cebes, dijo Simias, ¿qué pruebas tenemos de este principio? Recuérdamelas, pues no me acuerdo de ellas ahora.
--No te diré más que una, pero muy hermosa, respondió Cebes. Y es que todos, si son bien interrogados, lo descubren todo por sí mismos; cosa que no harían nunca si no poseyeran ya la ciencia y un juicio recto. No hay más que preguntarles sobre las figuras de geometría y sobre otras cosasparecidas, no puede dejar de reconocerse que es así.
--Si de este modo no te has persuadido, Simias, dijo Sócrates, a ver si ésta te convencerá. ¿Te cuesta creer que conocer sea sólo recordar?
--No mucho, respondió Simias; pero necesito precisamente lo que tú dices, acordarme. Y gracias a lo que Cebes ha dicho, poco falta para que me acuerde y empiece a creer. Pero ello no impedirá que escuche con agrado las nuevas pruebas que quieres darme.
--Son éstas, replicó Sócrates. ¿Todos estamos de acuerdo en que para recordar, es necesario haber sabido antes la cosa que se recuerda?
--Sí.
--¿Y estamos de acuerdo también en que cuando la ciencia viene de un cierto modo, es una reminiscencia? Cuando digo de un cierto modo, es, por ejemplo, cuando un hombre, al ver o al oír algo, no adquiere sólo el conocimiento de la cosa percibida, sino que a la vez piensa en otra cosa cuyo conocimiento es para él de un género distinto que el primero. ¿No decimos con razón que este hombre se acuerda de la cosa en la que ha pensado ocasionalmente?
--¿Cómo dices?
--Digo por ejemplo, que una cosa es el conocimiento de un hombre y otra el de una lira.
--Sin duda.
--Pues bien, continuó Sócrates, ¿no sabes lo que ocurre a los amantes cuando ven una lira, un vestido, o alguna otra cosa de que suele usar su amado? Al tener conocimiento de esta lira, se forman con el pensamiento la imagen de aquel a quien ha pertenecido la lira. Y esto es la reminiscencia. Igual que ocurre a menudo que al ver a Simias, nos acordemos de Cebes. Y podría citar otros mil ejemplos.
--Con seguridad millares, por Zeus, dijo Simias.
--¿Admitiremos pues, continuó Sócrates, que todo esto es recordar, sobre todo cuando se trata de cosas que el tiempo o la distancia han hecho olvidar?
--No veo dificultad en ello.
--¿Y viendo el dibujo de un caballo o de una lira, no se puede recordar a un hombre? ¿Viendo el retrato de Simias, no se puede recordar a Cebes?
--Sin duda.
--¿Y no ocurre que la reminiscencia se produce unas veces por la semejanza y otras por el contrate?
--Sí, así ocurre.
--Y cuando uno se acuerda de algo por la semejanza, ¿no ocurre necesariamente que el espíritu ve si le falta algo al retrato para su perfecto parecido con el original que recuerda, o si no le falta nada?
--Es necesario, dijo Simias.
--Considera ahora, dijo Sócrates, si eres de mi parecer. ¿No decimos que hay igualdad, no sólo entre un árbol y otro árbol, entre una piedra y otra piedra, sino alguna otra cosa distinta fuera de todo ello? ¿Decimos que la igualdad en sí es algo, o que no es nada?
--Sí, por Zeus, dijo Simias, decimos que es algo.
--¿Y conocemos esta igualdad en sí?
--Sin duda.
--¿De dónde hemos sacado este conocimiento? ¿No es de las cosas de que acabamos de hablar, de suerte que viendo árboles iguales, piedras iguales, nos hemos formado la idea de esta igualdad que no es ni estos árboles ni estas piedras, sino que es completamente diferente de ellos? Observa bien esto; las piedras y los árboles ¿no nos parecen unas veces iguales y otras desiguales, según los objetos con los que se los compare?
--Así es.
--Ciertamente, en algunos casos las cosas iguales te parecen desiguales; ¿ocurre lo mismo con la igualdad en sí, y te parece a veces desigualdad?
--Nunca, Sócrates.
--Así pues, ¿no es lo mismo la igualdad y lo que es igual?
--No. ciertamente.
--Sin embargo, ¿no es de estas cosas, iguales, que son diferentes de la igualdad, de donde tú has sacado la idea y el conocimiento de la igualdad?
--Esta es la verdad, Sócrates.
--¿Y esto tanto si se les parece como si no so les parece?
--Así es.
--En efecto, esto no constituye diferencia alguna. Cuando, viendo una cosa, piensas en otra, tanto si es semejante como si es diferente, ¿constituye ello necesariamente un acto de reminiscencia?
--Necesariamente.
--Pero, dime, continuó Sócrates, ¿en presencia de árboles que son iguales, o de otras cosas iguales, qué nos ocurre? ¿Encontramos estas cosas iguales como la igualdad en sí? ¿Y cuánto falta para que sean iguales como esta igualdad?
--Falta mucho.
--Estamos pues de acuerdo sobre esto. Cuando alguien, al ver una cosa, piensa: «Es cosa, que ahora veo, tiende a parecerse a otra, pero lejos de serle enteramente conforme, es inferior a ella», ¿es necesario que el que tenga este pensamiento haya visto y conocido antes esta otra cosa a la que dice que se parece la primera, aunque sea imperfectamente?
--Es necesario.
--¿Y no nos ocurre esto con las cosas iguales, cuando las compararnos con la igualdad?
--Así es.
--Por tanto ¿es necesario que hayamos visto esta igualdad antes del momento en que, al ver por primera vez cosas iguales, hemos pensado que tienden todas a ser iguales como la igualdad misma, y que no pueden conseguirlo?
--Es como dices.
--Y convenimos también en que hemos obtenido este pensamiento de la vista, del tacto, o de algún otro sentido; y lo que digo de un sentido, lo digo de todos.
--Con razón, Sócrates.
--Por tanto, ¿es necesario que sea de los sentidos mismos de donde saquemos el pensamiento de que todas las cesas iguales que son objeto de nuestros sentidos, tienden a esta igualdad en sí, aunque sean inferiores a ella? ¿es así?
--Sí, así es.
--Por consiguiente, antes de que hayamos empezado a ver, a oír y a sentir de cualquier manera, es necesario que hayamos tenido conocimiento de esta igualdad en sí en su realidad, para compararle, como hacemos, las cosas sensibles iguales, y ver que estas cosas aspiran a esta igualdad sin poder alcanzarla.
--Es una consecuencia necesaria de lo que se ha dicho, Sócrates.
--Pero, ¿no es verdad que inmediatamente después de nuestro nacimiento hemos visto, hemos oído, y hemos usado de todos nuestros sentidos?
--Es muy cierto.
--¿Es necesario, pues, que hayamos tenido conocimiento de la igualdad antes de este momento?
--Sí.
--Y por consiguiente, ¿es necesario que la hayamos conocido antes de nuestro nacimiento?
--Así parece.
--Si hemos tenido este conocimiento antes de nuestro nacimiento, conocemos antes de nacer no sólo la igualdad, sino la grandeza, la pequeñez, y muchas otras cosas de esta naturaleza. Pues lo que aquí decimos igualmente concierne a la igualdad que a lo bello en sí, al bien, a lo justo, lo santo, y todas las cosas que en nuestras palabras las señalamos con el carácter de ser en sí. De modo que es necesario que las hayamos conocido antes de nacer.
--Así es.
--Y si, después de haber poseído estos conocimientos, no los olvidáramos cuando entramos en la vida, naceríamos con la ciencia y la conservaríamos toda la vida. Pues saber consiste en esto: después de haber adquirido el conocimiento de algo, tenerlo y no perderlo. En cambio olvidar, Simias, ¿no es perder la ciencia que se tenía?
--Sin ninguna duda, Sócrates.
--Y si, habiendo poseído estos conocimientos antes de nacer y habiéndolos perdido en el momento de nacer, volvemos a adquirirlos utilizando nuestros sentidos, ¿lo que llamamos conocer no es volver a adquirir unos conocimientos que ya teníamos, y no lo llamaremos con razón acordarse'?Sin duda.
--Pues nos ha parecido muy posible que aquel que ha visto una cosa, piense, con motivo de ella, en otra que ha olvidado y que tiene alguna relación con la que ha visto, ya sea que se le parezca, o que no se le parezca. Por consiguiente, repito, una de dos: o bien nacemos con estos conocimientos y los conservamos todos durante nuestra vida, o bien aquellos de quienes decimos que se instruyen no hacen más que acordarse, y entonces la ciencia es unareminiscencia.
--Así es necesariamente, Sócrates. [...]
--Por tanto, ocurre de este modo, Simias. Si todas estas cosas de que siempre hablamos existen verdaderamente, lo bello, el bien, y todas las demás esencias del mismo orden, si es cierto que nosotros les referimos todas las impresiones de los sentidos como a su tipo primitivo y si es cierto que las comparamos a este tipo, entonces necesariamente, igual que existen todas estas cosas, nuestra alma debe existir también, y debe existir antes de nuestro nacimiento. Pero si estas cosas no existen, todo nuestro razonamiento se derrumba. ¿No es así'? ¿Y no es igualmente necesario que si estas cosas existen, nuestras almas existan también antes de nuestro nacimiento, y que si no existen, nuestras almas tampoco?
--Sin duda es igualmente necesario Sócrates. dijo Simias. Y la consecuencia de todo ello es que nuestra alma existe antes de nuestro nacimiento, como las esencias de que has hablado. Pues, a mi parecer, nada hay más evidente. Todas estas cosas, lo bello, el bien, y las demás cosas de que hablabas, poseen la más alta existencia. Así pues, por mi parte, estoy satisfecho con esta demostración.
Ver: la reminiscencia en el Menón (81c-86b)
Emilio Lledó: la memoria del logos.
Text traduït al català (Traducció automàtica pendent de revisió).
--Sovint t'he sentit afirmar aquest principi, Sòcrates, va replicar Cebes, que conèixer no és una altra cosa que recordar. Si aquest principi és veritable, és necessari que hàgim conegut en un temps anterior les coses que en el present recordem; i això és impossible si la nostra ànima no existeix abans de venir sota aquesta forma humana. És una nova prova que nostra ànima és immortal.
---Però, Cebes, va dir Simmies, quines proves tenim d'aquest principi? Recorda-me-les, doncs no m'acordo d'elles ara.
--No et diré més que una, però molt bella, va respondre Cebes. I és que tots, si són bé interrogats, ho descobreixen tot per si mateixos; cosa que no farien mai si no posseïssin ja la ciència i un judici recte. No hi ha més que preguntar-los sobre les figures de geometria i sobre altres coses semblants, no pot deixar de reconèixer-se que és així.
--Si d'aquesta manera no t'has persuadit, Simmies, va dir Sòcrates, a veure si aquesta et convencerà. Et costa creure que conèixer sigui només recordar?
--No gaire, va respondre Simmies; però necessito precisament el que tu dius, acordar-me. I gràcies al que Cebes ha dit, poc mancada perquè m'acordi i comenci a creure. Però això no impedirà que escolti de grat les noves proves que vols donar-me.
--Són aquestes, va replicar Sòcrates. Tots estem d'acord en què per recordar, és necessari haver sabut abans la cosa que es recorda?
--Sí.
--I estem d'acord també en què quan la ciència ve d'una certa manera, és una reminiscència? Quan dic d'una certa manera, és, per exemple, quan un home, en veure o en sentir alguna cosa, no adquireix només el coneixement de la cosa percebuda, sinó que alhora pensa en una altra cosa el coneixement de la qual és per a ell d'un gènere diferent que el primer. No diem amb raó que aquest home s'acorda de la cosa en la qual ha pensat ocasionalment?
--Com dius?
--Dic per exemple, que una cosa és el coneixement d'un home i una altra el d'una lira.
--Sens dubte.
--Doncs bé, va continuar Sòcrates, no saps el que ocorre als amants quan veuen una lira, un vestit, o alguna altra cosa que sol usar el seu estimat? En tenir coneixement d'aquesta lira, es formen amb el pensament la imatge d'aquell a qui ha pertangut la lira. I això és la reminiscència. Igual que ocorre sovint que en veure a Simmies, ens acordem d'Cebes. I podria citar altres mil exemples.
--Amb seguretat milers, per Zeus, va dir Simmies.
--Admetrem doncs, va continuar Sòcrates, que tot això és recordar, sobretot quan es tracta de coses que el temps o la distància han fet oblidar?
--No veig dificultat en això.
--I veient el dibuix d'un cavall o d'una lira, no es pot recordar a un home? Veient el retrat de Simmies, no es pot recordar a Cebes?
--Sens dubte.
--I no ocorre que la reminiscència es produeix unes vegades per la semblança i unes altres pel contracti?
--Sí, així ocorre.
--I quan un s'acorda d'alguna cosa per la semblança, no ocorre necessàriament que l'esperit veu si li falta alguna cosa al retrat per a la seva perfecta semblança amb l'original que recorda, o si no li falta res?
--És necessari, va dir Simmies.
--Considera ara, va dir Sòcrates, si ets del meu semblar. No diem que hi ha igualtat, no només entre un arbre i un altre arbre, entre una pedra i una altra pedra, sinó alguna altra cosa diferent fos de tot això? Diem que la igualtat en si és alguna cosa, o que no és res?
--Sí, per Zeus, va dir Simmies, diem que és alguna cosa.
--I coneixem aquesta igualtat en si?
--Sens dubte.
--D'on hem tret aquest coneixement? No és de les coses que acabem de parlar, de manera que veient arbres iguals, pedres iguals, ens hem format la idea d'aquesta igualtat que no és ni aquests arbres ni aquestes pedres, sinó que és completament diferent d'ells? Observa bé això; les pedres i els arbres no ens semblen unes vegades iguals i altres desiguals, segons els objectes amb els quals els hi compari?
--Així és.
--Certament, en alguns casos les coses iguals et semblen desiguals; ocorre el mateix amb la igualtat en si, i et sembla de vegades desigualtat?
--Mai, Sòcrates.
--Així doncs, no és el mateix la igualtat i el que és igual?
--No. certament.
--No obstant això, no és d'aquestes coses, iguals, que són diferents de la igualtat, d'on tu has tret la idea i el coneixement de la igualtat?
--Aquesta és la veritat, Sòcrates.
--I això tant si se'ls sembla com si no sota els sembla?
--Així és.
--En efecte, això no constitueix diferència alguna. Quan, veient una cosa, penses en una altra, tant si és semblant com si és diferent, constitueix això necessàriament un acte de reminiscència?
--Necessàriament.
--Però, digues-me, va continuar Sòcrates, en presència d'arbres que són iguals, o d'altres coses iguals, què ens ocorre? Trobem aquestes coses iguals com la igualtat en si? I quant falta perquè siguin iguals com aquesta igualtat?
--Falta molt.
--Estem doncs d'acord sobre això. Quan algú, en veure una cosa, pensa: «És cosa, que ara veig, tendeix a semblar-se a una altra, però lluny de ser-li enterament conforme, és inferior a ella», és necessari que el que tingui aquest pensament hagi vist i conegut abans aquesta altra cosa a la qual diu que s'assembla la primera, encara que sigui imperfectament?
--És necessari.
--I no ens ocorre això amb les coses iguals, quan les comparar-nos amb la igualtat?
--Així és.
--Per tant és necessari que hàgim vist aquesta igualtat abans del moment en què, en veure per primera vegada coses iguals, hem pensat que tendeixen totes a ser iguals com la igualtat mateixa, i que no poden aconseguir-ho?
--És com dius.
--I convenim també en què hem obtingut aquest pensament de la vista, del tacte, o d'algun altre sentit; i el que dic d'un sentit, ho dic de tots.
--Amb raó, Sòcrates.
--Per tant, és necessari que sigui dels sentits mateixos d'on traguem el pensament que totes les cesses iguals que són objecte dels nostres sentits, tendeixen a aquesta igualtat en si, encara que siguin inferiors a ella? és així?
--Sí, així és.
--Per tant, abans que hàgim començat a veure, a sentir i a sentir de qualsevol manera, és necessari que hàgim tingut coneixement d'aquesta igualtat en si en la seva realitat, per comparar-li, com fem, les coses sensibles iguals, i veure que aquestes coses aspiren a aquesta igualtat sense poder aconseguir-la.
--És una conseqüència necessària del que s'ha dit, Sòcrates.
--Però, no és veritat que immediatament després del nostre naixement hem vist, hem sentit, i hem usat de tots els nostres sentits?
--És molt cert.
--És necessari, doncs, que hàgim tingut coneixement de la igualtat abans d'aquest moment?
--Sí.
--I per tant, és necessari que l'hàgim conegut abans del nostre naixement?
--Així sembla.
--Si hem tingut aquest coneixement abans del nostre naixement, coneixem abans de néixer no només la igualtat, sinó la grandesa, la petitesa, i moltes altres coses d'aquesta naturalesa. Doncs el que aquí diem igualment concerneix a la igualtat que al bell en si, al bé, al just, el sant, i totes les coses que en les nostres paraules les assenyalem amb el caràcter de ser en si. De manera que és necessari que les hàgim conegut abans de néixer.
--Així és.
--I si, després d'haver posseït aquests coneixements, no els oblidéssim quan entrem en la vida, naixeríem amb la ciència i la conservaríem tota la vida. Doncs saber consisteix en això: després d'haver adquirit el coneixement d'alguna cosa, tenir-ho i no perdre-ho. En canvi oblidar, Simmies, no és perdre la ciència que es tenia?
--Sens dubte, Sòcrates.
--I si, havent posseït aquests coneixements abans de néixer i havent-los perdut en el moment de néixer, tornem a adquirir-los utilitzant els nostres sentits, el que anomenem conèixer no és tornar a adquirir uns coneixements que ja teníem, i no ho anomenarem amb raó acordar-se'?Sens dubte.
--Doncs ens ha semblat molt possible que aquell que ha vist una cosa, pensi, amb motiu d'ella, en una altra que ha oblidat i que té alguna relació amb la qual ha vist, ja sigui que se li sembli, o que no se li sembli. Per tant, repeteixo, una de dues: o bé naixem amb aquests coneixements i els conservem tots durant la nostra vida, o bé aquells d'els qui diem que s'instrueixen no fan més que acordar-se, i llavors la ciència és una reminiscència.
--Així és necessàriament, Sòcrates. [...]
--Per tant, ocorre d'aquesta manera, Simmies. Si totes aquestes coses que sempre parlem existeixen veritablement, el bell, el bé, i totes les altres essències del mateix ordre, si és cert que nosaltres els referim totes les impressions dels sentits com al seu tipus primitiu i si és cert que les comparem a aquest tipus, llavors necessàriament, igual que existeixen totes aquestes coses, la nostra ànima ha d'existir també, i ha d'existir abans del nostre naixement. Però si aquestes coses no existeixen, tot el nostre raonament s'esfondra. No és així'? I no és igualment necessari que si aquestes coses existeixen, les nostres ànimes existeixin també abans del nostre naixement, i que si no existeixen, les nostres ànimes tampoc?
--Sens dubte és igualment necessari Sòcrates. va dir Simmies. I la conseqüència de tot això és que la nostra ànima existeix abans del nostre naixement, com les essències que has parlat. Doncs, al meu semblar, res hi ha més evident. Totes aquestes coses, el bell, el bé, i les altres coses que parlaves, posseeixen la més alta existència. Així doncs, per la meva banda, estic satisfet amb aquesta demostració.
Fedón, 72e-77a. (R. Verneaux, Textos de los grandes filósofos. Edad antigua, Herder, Barcelona 1982, p.36-40). |
Veure: la reminiscència en el Menó (81c-86b)
Emilio Lledó: la memòria del logos.
Original en castellà
--A menudo te he oído afirmar este principio, Sócrates, replicó Cebes, que conocer no es otra cosa que recordar. Si este principio es verdadero, es necesario que hayamos conocido en un tiempo anterior las cosas que en el presente recordamos; y esto es imposible si nuestra alma no existe antes de venir bajo esta forma humana. Es una nueva prueba de que nuestra alma es inmortal.
---Pero, Cebes, dijo Simias, ¿qué pruebas tenemos de este principio? Recuérdamelas, pues no me acuerdo de ellas ahora.
--No te diré más que una, pero muy hermosa, respondió Cebes. Y es que todos, si son bien interrogados, lo descubren todo por sí mismos; cosa que no harían nunca si no poseyeran ya la ciencia y un juicio recto. No hay más que preguntarles sobre las figuras de geometría y sobre otras cosas parecidas, no puede dejar de reconocerse que es así.
--Si de este modo no te has persuadido, Simias, dijo Sócrates, a ver si ésta te convencerá. ¿Te cuesta creer que conocer sea sólo recordar?
--No mucho, respondió Simias; pero necesito precisamente lo que tú dices, acordarme. Y gracias a lo que Cebes ha dicho, poco falta para que me acuerde y empiece a creer. Pero ello no impedirá que escuche con agrado las nuevas pruebas que quieres darme.
--Son éstas, replicó Sócrates. ¿Todos estamos de acuerdo en que para recordar, es necesario haber sabido antes la cosa que se recuerda?
--Sí.
--¿Y estamos de acuerdo también en que cuando la ciencia viene de un cierto modo, es una reminiscencia? Cuando digo de un cierto modo, es, por ejemplo, cuando un hombre, al ver o al oír algo, no adquiere sólo el conocimiento de la cosa percibida, sino que a la vez piensa en otra cosa cuyo conocimiento es para él de un género distinto que el primero. ¿No decimos con razón que este hombre se acuerda de la cosa en la que ha pensado ocasionalmente?
--¿Cómo dices?
--Digo por ejemplo, que una cosa es el conocimiento de un hombre y otra el de una lira.
--Sin duda.
--Pues bien, continuó Sócrates, ¿no sabes lo que ocurre a los amantes cuando ven una lira, un vestido, o alguna otra cosa de que suele usar su amado? Al tener conocimiento de esta lira, se forman con el pensamiento la imagen de aquel a quien ha pertenecido la lira. Y esto es la reminiscencia. Igual que ocurre a menudo que al ver a Simias, nos acordemos de Cebes. Y podría citar otros mil ejemplos.
--Con seguridad millares, por Zeus, dijo Simias.
--¿Admitiremos pues, continuó Sócrates, que todo esto es recordar, sobre todo cuando se trata de cosas que el tiempo o la distancia han hecho olvidar?
--No veo dificultad en ello.
--¿Y viendo el dibujo de un caballo o de una lira, no se puede recordar a un hombre? ¿Viendo el retrato de Simias, no se puede recordar a Cebes?
--Sin duda.
--¿Y no ocurre que la reminiscencia se produce unas veces por la semejanza y otras por el contraste?
--Sí, así ocurre.
--Y cuando uno se acuerda de algo por la semejanza, ¿no ocurre necesariamente que el espíritu ve si le falta algo al retrato para su perfecto parecido con el original que recuerda, o si no le falta nada?
--Es necesario, dijo Simias.
--Considera ahora, dijo Sócrates, si eres de mi parecer. ¿No decimos que hay igualdad, no sólo entre un árbol y otro árbol, entre una piedra y otra piedra, sino alguna otra cosa distinta fuera de todo ello? ¿Decimos que la igualdad en sí es algo, o que no es nada?
--Sí, por Zeus, dijo Simias, decimos que es algo.
--¿Y conocemos esta igualdad en sí?
--Sin duda.
--¿De dónde hemos sacado este conocimiento? ¿No es de las cosas de que acabamos de hablar, de suerte que viendo árboles iguales, piedras iguales, nos hemos formado la idea de esta igualdad que no es ni estos árboles ni estas piedras, sino que es completamente diferente de ellos? Observa bien esto; las piedras y los árboles ¿no nos parecen unas veces iguales y otras desiguales, según los objetos con los que se los compare?
--Así es.
--Ciertamente, en algunos casos las cosas iguales te parecen desiguales; ¿ocurre lo mismo con la igualdad en sí, y te parece a veces desigualdad?
--Nunca, Sócrates.
--Así pues, ¿no es lo mismo la igualdad y lo que es igual?
--No. ciertamente.
--Sin embargo, ¿no es de estas cosas, iguales, que son diferentes de la igualdad, de donde tú has sacado la idea y el conocimiento de la igualdad?
--Esta es la verdad, Sócrates.
--¿Y esto tanto si se les parece como si no se les parece?
--Así es.
--En efecto, esto no constituye diferencia alguna. Cuando, viendo una cosa, piensas en otra, tanto si es semejante como si es diferente, ¿constituye ello necesariamente un acto de reminiscencia?
--Necesariamente.
--Pero, dime, continuó Sócrates, ¿en presencia de árboles que son iguales, o de otras cosas iguales, qué nos ocurre? ¿Encontramos estas cosas iguales como la igualdad en sí? ¿Y cuánto falta para que sean iguales como esta igualdad?
--Falta mucho.
--Estamos pues de acuerdo sobre esto. Cuando alguien, al ver una cosa, piensa: «Es cosa, que ahora veo, tiende a parecerse a otra, pero lejos de serle enteramente conforme, es inferior a ella», ¿es necesario que el que tenga este pensamiento haya visto y conocido antes esta otra cosa a la que dice que se parece la primera, aunque sea imperfectamente?
--Es necesario.
--¿Y no nos ocurre esto con las cosas iguales, cuando las comparamos con la igualdad?
--Así es.
--Por tanto ¿es necesario que hayamos visto esta igualdad antes del momento en que, al ver por primera vez cosas iguales, hemos pensado que tienden todas a ser iguales como la igualdad misma, y que no pueden conseguirlo?
--Es como dices.
--Y convenimos también en que hemos obtenido este pensamiento de la vista, del tacto, o de algún otro sentido; y lo que digo de un sentido, lo digo de todos.
--Con razón, Sócrates.
--Por tanto, ¿es necesario que sea de los sentidos mismos de donde saquemos el pensamiento de que todas las cesas iguales que son objeto de nuestros sentidos, tienden a esta igualdad en sí, aunque sean inferiores a ella? ¿es así?
--Sí, así es.
--Por consiguiente, antes de que hayamos empezado a ver, a oír y a sentir de cualquier manera, es necesario que hayamos tenido conocimiento de esta igualdad en sí en su realidad, para compararle, como hacemos, las cosas sensibles iguales, y ver que estas cosas aspiran a esta igualdad sin poder alcanzarla.
--Es una consecuencia necesaria de lo que se ha dicho, Sócrates.
--Pero, ¿no es verdad que inmediatamente después de nuestro nacimiento hemos visto, hemos oído, y hemos usado de todos nuestros sentidos?
--Es muy cierto.
--¿Es necesario, pues, que hayamos tenido conocimiento de la igualdad antes de este momento?
--Sí.
--Y por consiguiente, ¿es necesario que la hayamos conocido antes de nuestro nacimiento?
--Así parece.
--Si hemos tenido este conocimiento antes de nuestro nacimiento, conocemos antes de nacer no sólo la igualdad, sino la grandeza, la pequeñez, y muchas otras cosas de esta naturaleza. Pues lo que aquí decimos igualmente concierne a la igualdad que a lo bello en sí, al bien, a lo justo, lo santo, y todas las cosas que en nuestras palabras las señalamos con el carácter de ser en sí. De modo que es necesario que las hayamos conocido antes de nacer.
--Así es.
--Y si, después de haber poseído estos conocimientos, no los olvidáramos cuando entramos en la vida, naceríamos con la ciencia y la conservaríamos toda la vida. Pues saber consiste en esto: después de haber adquirido el conocimiento de algo, tenerlo y no perderlo. En cambio olvidar, Simias, ¿no es perder la ciencia que se tenía?
--Sin ninguna duda, Sócrates.
--Y si, habiendo poseído estos conocimientos antes de nacer y habiéndolos perdido en el momento de nacer, volvemos a adquirirlos utilizando nuestros sentidos, ¿lo que llamamos conocer no es volver a adquirir unos conocimientos que ya teníamos, y no lo llamaremos con razón acordarse'?Sin duda.
--Pues nos ha parecido muy posible que aquel que ha visto una cosa, piense, con motivo de ella, en otra que ha olvidado y que tiene alguna relación con la que ha visto, ya sea que se le parezca, o que no se le parezca. Por consiguiente, repito, una de dos: o bien nacemos con estos conocimientos y los conservamos todos durante nuestra vida, o bien aquellos de quienes decimos que se instruyen no hacen más que acordarse, y entonces la ciencia es unareminiscencia.
--Así es necesariamente, Sócrates. [...]
--Por tanto, ocurre de este modo, Simias. Si todas estas cosas de que siempre hablamos existen verdaderamente, lo bello, el bien, y todas las demás esencias del mismo orden, si es cierto que nosotros les referimos todas las impresiones de los sentidos como a su tipo primitivo y si es cierto que las comparamos a este tipo, entonces necesariamente, igual que existen todas estas cosas, nuestra alma debe existir también, y debe existir antes de nuestro nacimiento. Pero si estas cosas no existen, todo nuestro razonamiento se derrumba. ¿No es así'? ¿Y no es igualmente necesario que si estas cosas existen, nuestras almas existan también antes de nuestro nacimiento, y que si no existen, nuestras almas tampoco?
--Sin duda es igualmente necesario Sócrates. dijo Simias. Y la consecuencia de todo ello es que nuestra alma existe antes de nuestro nacimiento, como las esencias de que has hablado. Pues, a mi parecer, nada hay más evidente. Todas estas cosas, lo bello, el bien, y las demás cosas de que hablabas, poseen la más alta existencia. Así pues, por mi parte, estoy satisfecho con esta demostración.