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+ | Si de tal permutabilidad de la una en la otra no se recaba su identidad, la culpa es de la torpeza ordinaria de la conciencia representativa y del intelecto. En la palanca, por ejemplo, la distancia puede ser sustituida por la masa, y viceversa, y una cantidad del momento ideal produce el mismo efecto que el real correspondiente. En la magnitud del movimiento, la velocidad, que es la relación cuantitativa sólo del espacio y del tiempo, representa la masa, y recíprocamente se tiene el mismo efecto real cuando la masa es aumentada y aquella proporcionalmente disminuida. Una teja por sí sola no aplasta a un hombre, pero sí produce este efecto por la velocidad adquirida; esto es: el hombre es aplastado por el espacio y el tiempo. La determinación reflexiva de la fuerza, es lo que, fijado luego por el intelecto, parece como un concepto último e impide buscar más allá cuál es la relación de sus caracteres. Pero, por lo menos, se vislumbra que el efecto de la fuerza es algo real, algo sometido a los sentidos y que en la fuerza es lo mismo que en su manifestación, y que precisamente esta fuerza según su manifestación real es obtenida mediante la relación de los momentos ideales del espacio y del tiempo. | ||
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+ | Es propio también del mismo modo de reflexión superficial, el reputar las llamadas fuerzas como insertas en la materia; esto es, como originariamente exteriores a la materia; así que, precisamente esta identidad del tiempo y del espacio que se entrevé en la determinación reflexiva de la fuerza, y que constituye, en verdad, la esencia de la materia, es puesta como algo de extraño a ella, y de accidental, introducido en ella por el exterior. | ||
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Revisió del 22:21, 14 set 2016
Text original editat en castellà.
§260
El espacio es en sí mismo la contradicción de la exterioridad indiferente y de la continuidad indiferenciada; la pura negatividad de si mismo y el tránsito, primero, al tiempo. Igualmente, el tiempo (porque sus momentos reunidos y opuestos se niegan el uno al otro inmediatamente), es el caer inmediato en la indiferencia en la exterioridad indiferenciada, o sea, en el espacio. Así, en el espacio, la determinación negativa, el punto que excluye a los demás, no es solamente en sí según el concepto, sino que es puesto y es concreto en sí mediante la negatividad total, la cual es el tiempo. El punto hecho concreto de este modo, es el lugar (§§ 255, 256).
§261
El lugar, es el ponerse de la identidad del espacio y del tiempo, y es, además, el ponerse de la contradicción que, el espacio y el tiempo, cada uno tomado en sí mismo, constituyen. El lugar es la individualidad espacial y, por tanto, indiferente, y es tal solamente, en cuanto es el instante presente espacial, esto es, tiempo; de modo que el lugar es inmediatamente indiferente con respecto a sí mismo; en cuanto es como este o aquel lugar determinado, exterior a sí mismo, es la negación de sí mismo y es otro lugar. El pasar y reproducirse del espacio en el tiempo y del tiempo en el espacio (de modo que el tiempo sea puesto espacialmente como lugar, pero esta espacialidad indiferente sea puesta también inmediatamente como temporal), es el movimiento. Dicho devenir es, sin embargo, también el coincidir en sí de su contradicción, la unidad, allí sita, inmediatamente idéntica de ambos (del espacio y del tiempo): la materia.
El tránsito de la idealidad a la realidad, de la abstracción al ser concreto determinado, y aquí del espacio y del tiempo a la realidad, que aparece como materia, es incomprensible para el intelecto y se hace siempre para él de un modo extrínseco y como algo dado. La representación ordinaria considera la cosa de este modo: espacio y tiempo son vacíos, indiferentes respecto a su contenido y, sin embargo, están siempre llenos: su vacío está lleno desde fuera por la materia: las cosas materiales, por una parte, han de considerarse indiferentes respecto del espacio y del tiempo, y, por otra parte, como esencialmente espaciales y temporales.
Lo que se dice de la materia, es: a), que la materia es compuesta (lo cual se refiere a su exterioridad abstracta, al espacio). En cuanto la materia se abstrae del tiempo y, en general, de toda forma, se ha dicho que es eterna e inmutable. Y ésta es, sin duda, una consecuencia inmediata, pero es también verdad que dicha materia es una abstracción sin verdad. b) La materia es impenetrable y ofrece resistencia: es tangible, visible, etcétera. Estos predicados no quieren decir otra cosa sino que, por una parte, la materia se ofrece a la percepción determinada en general, por otra, y por otro lado, que existe, además, por sí. Y estas dos determinaciones las tiene precisamente en cuanto a la identidad del espacio y del tiempo, de la exterioridad inmediata y de la negatividad o de la individualidad que es por sí.
El tránsito de la idealidad a la realidad, tiene lugar también expresamente en los conocidos hechos de la mecánica, en los cuales la idealidad puede representar el puesto de la realidad, y viceversa.
Si de tal permutabilidad de la una en la otra no se recaba su identidad, la culpa es de la torpeza ordinaria de la conciencia representativa y del intelecto. En la palanca, por ejemplo, la distancia puede ser sustituida por la masa, y viceversa, y una cantidad del momento ideal produce el mismo efecto que el real correspondiente. En la magnitud del movimiento, la velocidad, que es la relación cuantitativa sólo del espacio y del tiempo, representa la masa, y recíprocamente se tiene el mismo efecto real cuando la masa es aumentada y aquella proporcionalmente disminuida. Una teja por sí sola no aplasta a un hombre, pero sí produce este efecto por la velocidad adquirida; esto es: el hombre es aplastado por el espacio y el tiempo. La determinación reflexiva de la fuerza, es lo que, fijado luego por el intelecto, parece como un concepto último e impide buscar más allá cuál es la relación de sus caracteres. Pero, por lo menos, se vislumbra que el efecto de la fuerza es algo real, algo sometido a los sentidos y que en la fuerza es lo mismo que en su manifestación, y que precisamente esta fuerza según su manifestación real es obtenida mediante la relación de los momentos ideales del espacio y del tiempo.
Es propio también del mismo modo de reflexión superficial, el reputar las llamadas fuerzas como insertas en la materia; esto es, como originariamente exteriores a la materia; así que, precisamente esta identidad del tiempo y del espacio que se entrevé en la determinación reflexiva de la fuerza, y que constituye, en verdad, la esencia de la materia, es puesta como algo de extraño a ella, y de accidental, introducido en ella por el exterior.
Text traduït al català (Traducció automàtica pendent de revisió).
§260
L'espai és en si mateix la contradicció de l'exterioritat indiferent i de la continuïtat indiferenciada; la pura negativitat de si mateix i el trànsit, primer, al temps. Igualment, el temps (perquè els seus moments reunits i oposats es neguen l'u a l'altre immediatament), és el caure immediat en la indiferència en l'exterioritat indiferenciada, o sigui, en l'espai. Així, en l'espai, la determinació negativa, el punt que exclou als altres, no és solament en si segons el concepte, sinó que és posat i és concret en si mitjançant la negativitat total, la qual és el temps. El punt fet concret d'aquesta manera, és el lloc (§§ 255, 256).
§261
El lloc, és el posar-se de la identitat de l'espai i del temps, i és, a més, el posar-se de la contradicció que, l'espai i el temps, cadascun pres en si mateix, constitueixen. El lloc és la individualitat espacial i, per tant, indiferent, i és tal solament, quan és l'instant present espacial, això és, temps; de manera que el lloc és immediatament indiferent pel que fa a si mateix; quan és com a est o aquell lloc determinat, exterior a si mateix, és la negació de si mateix i és un altre lloc. El passar i reproduir-se de l'espai en el temps i del temps en l'espai (de manera que el temps sigui posat espacialment com a lloc, però aquesta espacialitat indiferent sigui posada també immediatament com a temporal), és el moviment. Dit esdevenir és, no obstant això, també el coincidir en si de la seva contradicció, la unitat, allí situada, immediatament idèntica de tots dos (de l'espai i del temps): la matèria.
El trànsit de la idealitat a la realitat, de l'abstracció en ser concret determinat, i aquí de l'espai i del temps a la realitat, que apareix com a matèria, és incomprensible per a l'intel·lecte i es fa sempre per a ell d'una manera extrínseca i com alguna cosa donada. La representació ordinària considera la cosa d'aquesta manera: espai i temps són buits, indiferents respecte al seu contingut i, no obstant això, estan sempre plens: el seu buit està ple des de fora per la matèria: les coses materials, d'una banda, han de considerar-se indiferents respecte de l'espai i del temps, i, d'altra banda, com essencialment espacials i temporals.
El que es diu de la matèria, és: a), que la matèria és composta (la qual cosa es refereix a la seva exterioritat abstracta, a l'espai). Quan la matèria s'abstreu del temps i, en general, de tota forma, s'ha dit que és eterna i immutable. I aquesta és, sens dubte, una conseqüència immediata, però és també veritat que aquesta matèria és una abstracció sense veritat. b) La matèria és impenetrable i ofereix resistència: és tangible, visible, etcètera. Aquests predicats no volen dir una altra cosa sinó que, d'una banda, la matèria s'ofereix a la percepció determinada en general, per una altra, i d'altra banda, que existeix, a més, per si. I aquestes dues determinacions les té precisament quant a la identitat de l'espai i del temps, de l'exterioritat immediata i de la negativitat o de la individualitat que és per si.
El trànsit de la idealitat a la realitat, té lloc també expressament en els coneguts fets de la mecànica, en els quals la idealitat pot representar el lloc de la realitat, i viceversa.
Si de tal permutabilitat de la una en l'altra no es recapta la seva identitat, la culpa és de la malaptesa ordinària de la consciència representativa i de l'intel·lecte. En la palanca, per exemple, la distància pot ser substituïda per la massa, i viceversa, i una quantitat del moment ideal produeix el mateix efecte que el real corresponent. En la magnitud del moviment, la velocitat, que és la relació quantitativa només de l'espai i del temps, representa la massa, i recíprocament es té el mateix efecte real quan la massa és augmentada i aquella proporcionalment disminuïda. Una teula per si sola no aixafa a un home, però sí produeix aquest efecte per la velocitat adquirida; això és: l'home és aixafat per l'espai i el temps. La determinació reflexiva de la força, és el que, fixat després per l'intel·lecte, sembla com un concepte últim i impedeix buscar més enllà quin és la relació dels seus caràcters. Però, almenys, s'albira que l'efecte de la força és alguna cosa real, alguna cosa sotmès als sentits i que en la força és el mateix que en la seva manifestació, i que precisament aquesta força segons la seva manifestació real és obtinguda mitjançant la relació dels moments ideals de l'espai i del temps.
És propi també de la mateixa manera de reflexió superficial, el reputar les anomenades forces com a inserides en la matèria; això és, com originàriament exteriors a la matèria; així que, precisament aquesta identitat del temps i de l'espai que s'entreveu en la determinació reflexiva de la força, i que constitueix, en veritat, l'essència de la matèria, és posada com una mica d'estrany a ella, i d'accidental, introduït en ella per l'exterior.
Filosofía de la lógica y de la naturaleza, de la Enciclopedia de las ciencias filosóficas, Claridad, Buenos Aires 1969, p.201-203. |
Original en castellà
§260
El espacio es en sí mismo la contradicción de la exterioridad indiferente y de la continuidad indiferenciada; la pura negatividad de si mismo y el tránsito, primero, al tiempo. Igualmente, el tiempo (porque sus momentos reunidos y opuestos se niegan el uno al otro inmediatamente), es el caer inmediato en la indiferencia en la exterioridad indiferenciada, o sea, en el espacio. Así, en el espacio, la determinación negativa, el punto que excluye a los demás, no es solamente en sí según el concepto, sino que es puesto y es concreto en sí mediante la negatividad total, la cual es el tiempo. El punto hecho concreto de este modo, es el lugar (§§ 255, 256).
§261
El lugar, es el ponerse de la identidad del espacio y del tiempo, y es, además, el ponerse de la contradicción que, el espacio y el tiempo, cada uno tomado en sí mismo, constituyen. El lugar es la individualidad espacial y, por tanto, indiferente, y es tal solamente, en cuanto es el instante presente espacial, esto es, tiempo; de modo que el lugar es inmediatamente indiferente con respecto a sí mismo; en cuanto es como este o aquel lugar determinado, exterior a sí mismo, es la negación de sí mismo y es otro lugar. El pasar y reproducirse del espacio en el tiempo y del tiempo en el espacio (de modo que el tiempo sea puesto espacialmente como lugar, pero esta espacialidad indiferente sea puesta también inmediatamente como temporal), es el movimiento. Dicho devenir es, sin embargo, también el coincidir en sí de su contradicción, la unidad, allí sita, inmediatamente idéntica de ambos (del espacio y del tiempo): la materia.
El tránsito de la idealidad a la realidad, de la abstracción al ser concreto determinado, y aquí del espacio y del tiempo a la realidad, que aparece como materia, es incomprensible para el intelecto y se hace siempre para él de un modo extrínseco y como algo dado. La representación ordinaria considera la cosa de este modo: espacio y tiempo son vacíos, indiferentes respecto a su contenido y, sin embargo, están siempre llenos: su vacío está lleno desde fuera por la materia: las cosas materiales, por una parte, han de considerarse indiferentes respecto del espacio y del tiempo, y, por otra parte, como esencialmente espaciales y temporales.
Lo que se dice de la materia, es: a), que la materia es compuesta (lo cual se refiere a su exterioridad abstracta, al espacio). En cuanto la materia se abstrae del tiempo y, en general, de toda forma, se ha dicho que es eterna e inmutable. Y ésta es, sin duda, una consecuencia inmediata, pero es también verdad que dicha materia es una abstracción sin verdad. b) La materia es impenetrable y ofrece resistencia: es tangible, visible, etcétera. Estos predicados no quieren decir otra cosa sino que, por una parte, la materia se ofrece a la percepción determinada en general, por otra, y por otro lado, que existe, además, por sí. Y estas dos determinaciones las tiene precisamente en cuanto a la identidad del espacio y del tiempo, de la exterioridad inmediata y de la negatividad o de la individualidad que es por sí.
El tránsito de la idealidad a la realidad, tiene lugar también expresamente en los conocidos hechos de la mecánica, en los cuales la idealidad puede representar el puesto de la realidad, y viceversa.
Si de tal permutabilidad de la una en la otra no se recaba su identidad, la culpa es de la torpeza ordinaria de la conciencia representativa y del intelecto. En la palanca, por ejemplo, la distancia puede ser sustituida por la masa, y viceversa, y una cantidad del momento ideal produce el mismo efecto que el real correspondiente. En la magnitud del movimiento, la velocidad, que es la relación cuantitativa sólo del espacio y del tiempo, representa la masa, y recíprocamente se tiene el mismo efecto real cuando la masa es aumentada y aquella proporcionalmente disminuida. Una teja por sí sola no aplasta a un hombre, pero sí produce este efecto por la velocidad adquirida; esto es: el hombre es aplastado por el espacio y el tiempo. La determinación reflexiva de la fuerza, es lo que, fijado luego por el intelecto, parece como un concepto último e impide buscar más allá cuál es la relación de sus caracteres. Pero, por lo menos, se vislumbra que el efecto de la fuerza es algo real, algo sometido a los sentidos y que en la fuerza es lo mismo que en su manifestación, y que precisamente esta fuerza según su manifestación real es obtenida mediante la relación de los momentos ideales del espacio y del tiempo.
Es propio también del mismo modo de reflexión superficial, el reputar las llamadas fuerzas como insertas en la materia; esto es, como originariamente exteriores a la materia; así que, precisamente esta identidad del tiempo y del espacio que se entrevé en la determinación reflexiva de la fuerza, y que constituye, en verdad, la esencia de la materia, es puesta como algo de extraño a ella, y de accidental, introducido en ella por el exterior.