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Este sólido conjunto de razones que se oponen a que se les dé muerte se puede invocar contra la matanza de simios, ballenas y delfines. También podría ser aplicable a los monos, perros y gatos, cerdos, focas y osos. Esta enumeración no pretende ser exhaustiva; escoge especies con facultades mentales bien desarrolladas, a cuyos miembros matamos en grandes cantidades, ya sea para la investigación científica, para obtener aceites, alimento o pieles, o simplemente como deporte. Nuestro análisis señala con un gran interrogante la justificabilidad de estas formas de matanza, aun si fuera posible (y generalmente no lo es) matar sin dolor y sin causar sufrimiento a otros miembros de la comunidad animal.
 
Este sólido conjunto de razones que se oponen a que se les dé muerte se puede invocar contra la matanza de simios, ballenas y delfines. También podría ser aplicable a los monos, perros y gatos, cerdos, focas y osos. Esta enumeración no pretende ser exhaustiva; escoge especies con facultades mentales bien desarrolladas, a cuyos miembros matamos en grandes cantidades, ya sea para la investigación científica, para obtener aceites, alimento o pieles, o simplemente como deporte. Nuestro análisis señala con un gran interrogante la justificabilidad de estas formas de matanza, aun si fuera posible (y generalmente no lo es) matar sin dolor y sin causar sufrimiento a otros miembros de la comunidad animal.
  
Cuando se plantea el caso de animales que, hasta donde podemos saberlo, no son seres racionales y autoconscientes, las razones que se oponen a que se les dé muerte pierden fuerza. Cuando no nos enfrentamos con seres conscientes de sí mismos como entidades separadas, la injusticia de darles muerte no va más allá de la reducción de placer que causa. Allí donde, en términos generales, la vida que se quita no habría sido placentera, no se comete injusticia directa. Aun cuando el animal al que se da muerte hubiera llevado una vida placentera, es dable sostener que no se comete injusticia si, como resultado de la matanza, el animal al que se da muerte ha de ser reemplazado por otro animal que lleve una vida igualmente placentera. La adopción de ese punto de vista implica sostener que la injusticia que se comete con un ser existente puede ser compensada mediante un beneficio conferido a un ser que todavía no existe. Así, es posible considerar que los animales que no tienen conciencia de sí son intercambiables unos con otros de una manera que no lo son los seres autoconscientes. Esto significa que en algunas circunstancias -cuando los animales llevan vidas placenteras, se los mata sin dolor y sin que su muerte haga sufrir a otros animales, y cuando la matanza de un animal posibilita que éste sea reemplazado por otro que de otra manera no habría existido-, es posible que la matanza de animales que no son autoconscientes no sea injusta.
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Cuando se plantea el caso de animales que, hasta donde podemos saberlo, no son seres racionales y autoconscientes, las razones que se oponen a que se les dé muerte pierden fuerza. Cuando no nos enfrentamos con seres conscientes de sí mismos como entidades separadas, la injusticia de darles muerte no va más allá de la reducción de placer que causa. Allí donde, en términos generales, la vida que se quita no habría sido placentera, no se comete injusticia directa. Aun cuando el animal al que se da muerte hubiera llevado una vida placentera, es dable sostener que no se comete injusticia si, como resultado de la matanza, el animal al que se da muerte ha de ser reemplazado por otro animal que lleve una vida igualmente placentera. La adopción de ese punto de vista implica sostener que la injusticia que se comete con un ser existente puede ser compensada mediante un beneficio conferido a un ser que todavía no existe. Así, es posible considerar que los animales que no tienen conciencia de sí son intercambiables unos con otros de una manera que no lo son los seres autoconscientes. Esto significa que en algunas circunstancias –cuando los animales llevan vidas placenteras, se los mata sin dolor y sin que su muerte haga sufrir a otros animales, y cuando la matanza de un animal posibilita que éste sea reemplazado por otro que de otra manera no habría existido–, es posible que la matanza de animales que no son autoconscientes no sea injusta.

Revisió de 17:42, 19 set 2017

muerte de los animales

Si los argumentos que se exponen en este capítulo son correctos, no hay una respuesta única para la cuestión: «¿Es normalmente injusto quitar la vida a un animal?» El término «animal» –incluso en el sentido restringido de «animal no humano»– abarca una gama de vidas demasiado diversa para que un solo principio sea aplicable a todas ellas.

Al parecer, algunos animales no humanos son seres racionales y conscientes de sí mismos, que se conciben como seres aparte, con pasado y futuro. Cuando las cosas son así –o, cuando, hasta donde podemos saberlo, es posible que lo sean–, el conjunto de razones que se oponen a que se les dé muerte es sólido, tanto como lo es el conjunto de razones que se oponen a que se dé muerte a los seres humanos a quienes un retardo mental permanente mantiene en un nivel mental similar. (Pienso aquí en las razones directas que se oponen a darles muerte; en ocasiones –pero no siempre–, los efectos posibles sobre los parientes y amigos de los humanos retardados constituyen razones indirectas adicionales que se oponen a que se les dé muerte).

Este sólido conjunto de razones que se oponen a que se les dé muerte se puede invocar contra la matanza de simios, ballenas y delfines. También podría ser aplicable a los monos, perros y gatos, cerdos, focas y osos. Esta enumeración no pretende ser exhaustiva; escoge especies con facultades mentales bien desarrolladas, a cuyos miembros matamos en grandes cantidades, ya sea para la investigación científica, para obtener aceites, alimento o pieles, o simplemente como deporte. Nuestro análisis señala con un gran interrogante la justificabilidad de estas formas de matanza, aun si fuera posible (y generalmente no lo es) matar sin dolor y sin causar sufrimiento a otros miembros de la comunidad animal.

Cuando se plantea el caso de animales que, hasta donde podemos saberlo, no son seres racionales y autoconscientes, las razones que se oponen a que se les dé muerte pierden fuerza. Cuando no nos enfrentamos con seres conscientes de sí mismos como entidades separadas, la injusticia de darles muerte no va más allá de la reducción de placer que causa. Allí donde, en términos generales, la vida que se quita no habría sido placentera, no se comete injusticia directa. Aun cuando el animal al que se da muerte hubiera llevado una vida placentera, es dable sostener que no se comete injusticia si, como resultado de la matanza, el animal al que se da muerte ha de ser reemplazado por otro animal que lleve una vida igualmente placentera. La adopción de ese punto de vista implica sostener que la injusticia que se comete con un ser existente puede ser compensada mediante un beneficio conferido a un ser que todavía no existe. Así, es posible considerar que los animales que no tienen conciencia de sí son intercambiables unos con otros de una manera que no lo son los seres autoconscientes. Esto significa que en algunas circunstancias –cuando los animales llevan vidas placenteras, se los mata sin dolor y sin que su muerte haga sufrir a otros animales, y cuando la matanza de un animal posibilita que éste sea reemplazado por otro que de otra manera no habría existido–, es posible que la matanza de animales que no son autoconscientes no sea injusta.