Recurs:Bunge: verificabilitat

Text original editat en castellà.

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Obsérvese que no pretendemos que el conocimiento científico, por contraste con el ordinario, el tecnológico o el filosófico, sea verdadero. Ciertamente lo es con frecuencia, y siempre intenta serlo más y más. Pero la veracidad, que es un objetivo, no caracteriza el conocimiento científico de manera tan inequívoca como el modo, medio o método por el cual la investigación científica plantea problemas y pone a prueba las soluciones propuestas. [...]

En consecuencia, para que un trozo del saber merezca ser llamado «científico», no basta -ni siquiera es necesario- que sea verdadero. Debemos saber, en cambio, cómo hemos llegado a saber, o a presumir, que el enunciado en cuestión es verdadero: debemos ser capaces de enumerar las operaciones (empíricas o racionales) por las cuales es verificable (confirmable o desconfirmable) de una manera objetiva al menos en principio. Ésta no es sino una cuestión de nombres: quienes no deseen que se exija la verificabilidad del conocimiento deben abstenerse de llamar «científicas» a sus propias creencias, aun cuando lleven bonitos nombres compuestos con raíces griegas. Se les invita cortésmente a bautizarlas con nombres más impresionantes, tales como «reveladas», «evidentes», «absolutas», «vitales», «necesarias para la salud del Estado», «indispensables para la victoria del Partido», etcétera. [...]

Ahora bien, los enunciados verificables son de muchas clases. Hay proposiciones singulares, tales como «Este trozo de hierro está caliente»; particulares o existenciales, tales como «Algunos trozos de hierro están calientes»; proposiciones universales, como «Todos los trozos de hierro están calientes» (que es verificablemente falsa). Hay, además, enunciados de leyes, tales como «Todos los metales se dilatan con el calor» (o mejor, «Para todo x, si x es un trozo de metal que se calienta, entonces x se dilata»). Las proposiciones singulares y particulares pueden verificarse a menudo de manera inmediata, con la sola ayuda de los sentidos o, eventualmente, con el auxilio de instrumentos que amplíen su alcance; pero otras veces exigen operaciones complejas que implican enunciados de leyes y cálculos matemáticos, como en el caso de «La distancia media entre la Tierra y el Sol es de unos 1.500 millones de kilómetros».

Cuando un enunciado verificable posee un grado de generalidad suficiente, habitualmente se lo llama hipótesis científica. O, lo que es equivalente, cuando una proposición general (particular o universal) puede verificarse sólo de manera indirecta -esto es, por el examen de algunas de sus consecuencias- es conveniente llamarla «hipótesis científica». Por ejemplo, «Todos los trozos de hierro se dilatan con el calor», y, a fortiori, «Todos los metales se dilatan con el calor», son hipótesis científicas: son puntos de partida de raciocinios y, por ser generales, sólo pueden ser confirmados poniendo a prueba sus consecuencias particulares, esto es, probando enunciados referentes a muestras específicas de metal.

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Text traduït al català (Traducció automàtica pendent de revisió).

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Observi's que no pretenem que el coneixement científic, per contrast amb l'ordinari, el tecnològic o el filosòfic, sigui veritable. Certament ho és amb freqüència, i sempre intenta ser-ho més i més. Però la veracitat, que és un objectiu, no caracteritza el coneixement científic de manera tan inequívoca com la manera, mitjà o mètode pel qual la investigació científica planteja problemes i posa a prova les solucions proposades. [...]

En conseqüència, perquè un tros del saber mereixi ser anomenat «científic», no n'hi ha prou -ni tan sols és necessari- que sigui veritable. Hem de saber, en canvi, com hem arribat a saber, o a presumir, que l'enunciat en qüestió és veritable: hem de ser capaços d'enumerar les operacions (empíriques o racionals) per les quals és verificable (confirmable o desconfirmable) d'una manera objectiva almenys en principi. Aquesta no és sinó una qüestió de noms: els qui no desitgin que s'exigeixi la verificabilitat del coneixement han d'abstenir-se de anomenar «científiques» a les seves pròpies creences, tot i que portin bonics noms composts amb arrels gregues. Se'ls convida cortesament a batejar-les amb noms més impressionants, tals com «revelades», «evidents», «absolutes», «vitals», «necessàries per a la salut de l'Estat», «indispensables per a la victòria del Partit», etcètera. [...]

Ara bé, els enunciats verificables són de moltes classes. Hi ha proposicions singulars, tals com «Aquest tros de ferro està calent»; particulars o existencials, tals com «Alguns trossos de ferro estan calents»; proposicions universals, com «Tots els trossos de ferro estan calents» (que és verificablement falsa). Hi ha, a més, enunciats de lleis, tals com «Tots els metalls es dilaten amb la calor» (o millor, «Per a tot x, si x és un tros de metall que s'escalfa, llavors x es dilata»). Les proposicions singulars i particulars poden verificar-se sovint de manera immediata, amb la sola ajuda dels sentits o, eventualment, amb l'auxili d'instruments que ampliïn el seu abast; però altres vegades exigeixen operacions complexes que impliquen enunciats de lleis i càlculs matemàtics, com en el cas de «La distància mitjana entre la Terra i el Sol és d'uns 1.500 milions de quilòmetres».

Quan un enunciat verificable posseeix un grau de generalitat suficient, habitualment l'hi anomena hipòtesi científica. O, la qual cosa és equivalent, quan una proposició general (particular o universal) pot verificar-se només de manera indirecta -això és, per l'examen d'algunes de les seves conseqüències- és convenient anomenar-la «hipòtesi científica». Per exemple, «Tots els trossos de ferro es dilaten amb la calor», i, a fortiori, «Tots els metalls es dilaten amb la calor», són hipòtesis científiques: són punts de partida de raciocinis i, per ser generals, només poden ser confirmats posant a prova les seves conseqüències particulars, això és, provant enunciats referents a mostres específiques de metall.

La ciencia, su método y su filosofía, Siglo Veinte, Buenos Aires 1972, p. 55-62.

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Original en castellà

Obsérvese que no pretendemos que el conocimiento científico, por contraste con el ordinario, el tecnológico o el filosófico, sea verdadero. Ciertamente lo es con frecuencia, y siempre intenta serlo más y más. Pero la veracidad, que es un objetivo, no caracteriza el conocimiento científico de manera tan inequívoca como el modo, medio o método por el cual la investigación científica plantea problemas y pone a prueba las soluciones propuestas. [...]

En consecuencia, para que un trozo del saber merezca ser llamado «científico», no basta –ni siquiera es necesario– que sea verdadero. Debemos saber, en cambio, cómo hemos llegado a saber, o a presumir, que el enunciado en cuestión es verdadero: debemos ser capaces de enumerar las operaciones (empíricas o racionales) por las cuales es verificable (confirmable o desconfirmable) de una manera objetiva al menos en principio. Ésta no es sino una cuestión de nombres: quienes no deseen que se exija la verificabilidad del conocimiento deben abstenerse de llamar «científicas» a sus propias creencias, aun cuando lleven bonitos nombres compuestos con raíces griegas. Se les invita cortésmente a bautizarlas con nombres más impresionantes, tales como «reveladas», «evidentes», «absolutas», «vitales», «necesarias para la salud del Estado», «indispensables para la victoria del Partido», etcétera. [...]

Ahora bien, los enunciados verificables son de muchas clases. Hay proposiciones singulares, tales como «Este trozo de hierro está caliente»; particulares o existenciales, tales como «Algunos trozos de hierro están calientes»; proposiciones universales, como «Todos los trozos de hierro están calientes» (que es verificablemente falsa). Hay, además, enunciados de leyes, tales como «Todos los metales se dilatan con el calor» (o mejor, «Para todo x, si x es un trozo de metal que se calienta, entonces x se dilata»). Las proposiciones singulares y particulares pueden verificarse a menudo de manera inmediata, con la sola ayuda de los sentidos o, eventualmente, con el auxilio de instrumentos que amplíen su alcance; pero otras veces exigen operaciones complejas que implican enunciados de leyes y cálculos matemáticos, como en el caso de «La distancia media entre la Tierra y el Sol es de unos 1.500 millones de kilómetros».

Cuando un enunciado verificable posee un grado de generalidad suficiente, habitualmente se lo llama hipótesis científica. O, lo que es equivalente, cuando una proposición general (particular o universal) puede verificarse sólo de manera indirecta -esto es, por el examen de algunas de sus consecuencias- es conveniente llamarla «hipótesis científica». Por ejemplo, «Todos los trozos de hierro se dilatan con el calor», y, a fortiori, «Todos los metales se dilatan con el calor», son hipótesis científicas: son puntos de partida de raciocinios y, por ser generales, sólo pueden ser confirmados poniendo a prueba sus consecuencias particulares, esto es, probando enunciados referentes a muestras específicas de metal.