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+ | Nietzsche consignó por vez primera la frase «Dios ha muerto» en el tercer libro de la obra ''<small>L</small>a ciencia jocunda ''[''La gaya ciencia''], publicada en 1882, Con esa obra empieza el camino de Nietzsche hacia la elaboración de su postura metafísica fundamental. Entre esa obra y el vano esfuerzo por configurar la obra principal proyectada se publicó ''Así habló Zarathustra''. La obra principal proyectada no se terminó nunca. Provisionalmente debía llevar el título de ''La voluntad de poder'' y se le dio el subtítulo de «Ensayo de una subversión de todos los valores». | ||
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+ | Ya de joven, Nietzsche había acariciado la idea de la muerte de un dios y de la extinción de los dioses. En unos apuntes de la época de la elaboración de su primera obra ''El nacimiento de la tragedia'', escribe Nietzsche (1870): «Creo en la sentencia germánica primitiva: todos los dioses tienen que morir». En su juventud, Hegel menciona, al final del tratado ''Fe y saber ''(1802) el «sentimiento en que se funda la religión de los tiempos modernos -el sentimiento: Dios mismo ha muerto...». La frase de Hegel tiene un sentido diferente de la de Nietzsche. Sin embargo, hay entre ambas una relación esencial que se esconde en la esencia de toda metafísica. Al mismo orden de cosas pertenece, aunque por motivos opuestos, la frase de Pascal, tomada de Plutarco: «Le gran Pan est mort» (''Pensées'', 695). | ||
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+ | ''El frenético''. - ¿No oísteis hablar de aquel loco que en la mañana radiante encendió una linterna, se fue al mercado y no cesaba de gritar: «¡Busco a Dios ! ¡Busco a Dios !»? Y como allí se juntaban muchos que no creían en Dios, él provocó grandes carcajadas. ¿Se habrá perdido?, decía uno. ¿Se ha escapado como un niño?, decía otro. ¿O estará escondido? ¿Le hacemos miedo? ¿Se embarcó?, ¿emigró?, gritaban mezclando sus risas. El loco saltó en medio de ellos y los atravesó con la mirada. «A dónde fue Dios? -exclamó-, voy a decíroslo. Nosotros lo hemos matado -¡vosotros y yo ! ¡Todos nosotros somos sus asesinos ! Pero, ¿cómo lo hicimos? ¿Cómo pudimos sorber el mar? ¿Quién nos dio la esponja para borrar todo el horizonte? ¿Qué hicimos cuando soltamos esta tierra de su sol? ¿Hacia dónde se mueve ahora? ¿Hacia dónde nos movemos nosotros? ¿Nos alejamos de todos los soles? ¿Nos caemos incesantemente? ¿Y hacia atrás, hacia un lado, hacia adelante, hacia todos los lados? ¿Acaso existe todavía un arriba y un abajo? ¿No vamos como a través de una nada infinita? ¿No nos empaña el espacio vacío? ¿No hace más frío? ¿No viene continuamente noche y más noche? ¿No tenemos que encender linternas en las mañanas? ¿No oímos aún nada del ruido de los sepultureros que enterraron a Dios? ¿No olemos todavía nada de la descomposición divina?- ¡También se descomponen los dioses! ¡Dios ha muerto! ¡Dios sigue muerto! ¡Y nosotros lo hemos matado! ¿Cómo nos consolaríamos, nosotros, los peores de todos los asesinos? Lo más sagrado y poderoso que hasta ahora poseyera el mundo, se ha desangrado bajo nuestros cuchillos -¿quién borrará de nosotros esta sangre? ¿Con qué agua podríamos limpiarnos? ¿Qué fiestas expiatorias, qué juegos sagrados, tendremos que inventar? ¿No es demasiado grande para nosotros la grandeza de esta hazaña? ¿Acaso no será preciso que lleguemos a ser dioses para parecer dignos de ella? Jamás hubo hazaña más grande -¡y quien nazca después de nosotros pertenece, a causa de esta hazaña, a una historia superior a toda la historia anterior !» - Entonces guardó silencio el loco y miró de nuevo a sus oyentes: también ellos guardaban silencio y lo miraban extrañados. Por último, él tiró su linterna al suelo haciéndola pedazos y apagándola. «Vengo demasiado pronto, dijo entonces, todavía no ha llegado la hora. Este enorme acontecimiento está en camino aún y vaga -todavía no ha penetrado hasta los oídos de los hombres. El rayo y el trueno necesitan tiempo, la luz de los astros necesita tiempo, las hazañas necesitan tiempo, aun después de haberse hecho, para ser vistas y oídas. Esta hazaña está más lejos de ellos que las estrellas más distantes -''y, no obstante, ¡son ellos quienes las hicieron!». ''Se refiere todavía que el loco penetró ese mismo día en distintas iglesias y se puso a cantar en ellas su ''Requiem aeternam deo''. Habiéndole hecho salir e interrogado, se limitó a contestar siempre: «¿Qué son pues aún esas iglesias, si ya no son fosas y tumbas de Dios?». | ||
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+ | Cuatro años después (1886), Nietzsche añadió a los cuatro libros de'' La ciencia jocunda '' un quinto libro titulado: «Nosotros los impávidos». La primera pieza de ese libro (Aforismo 343) lleva el título de: «El más grande de los acontecimientos modernos -que «Dios ha muerto», que la creencia en el Dios cristiano se ha convertido en incredulidad- ya comenzó a proyectar sus primeras sombras sobre Europa». | ||
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+ | De esta frase se desprende claramente que la frase de Nietzsche sobre la muerte de Dios alude al Dios cristiano. Pero no es menos cierto, y hay que tenerlo presente de antemano, que el nombre de Dios y el Dios cristiano se emplean en el pensamiento de Nietzsche para designar el mundo sobrenatural. Dios es el nombre para el dominio de las ideas y los ideales. Este dominio de lo sobrenatural se considera desde Platón -mejor dicho: desde la última época griega y desde la interpretación cristiana de la filosofía platónica- como el verdadero mundo, el mundo real propiamente dicho. A diferencia del él, el mundo sensible es sólo el de esta vida, el variable y, por consiguiente el aparente, el irreal. El mundo de esta vida es el Valle de Lágrimas, a diferencia del Monte de la Bienaventuranza Eterna en la otra vida. Si, como todavía hace Kant, denominamos físico el mundo sensible en su más amplia acepción, el mundo suprasensible es el mundo metafísico. | ||
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+ | La frase «Dios ha muerto» significa: el mundo suprasensible carece de fuerza operante. No dispensa vida. La metafísica, es decir, para Nietzsche, la filosofía occidental entendida como platonismo, se acabó. Nietzsche entiende su propia filosofía como movimiento contrario a la metafísica, es decir, para él, contra el platonismo. | ||
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Nietzsche va consignar per vegada primera la frase «Déu ha mort» en el tercer llibre de l'obra ''<small>L</small>a ciència jocunda ''[''La gaya ciència''], publicada en 1882, Amb aquesta obra comença el camí de Nietzsche cap a l'elaboració de la seva postura metafísica fonamental. Entre aquesta obra i l'obertura esforço per configurar l'obra principal projectada es va publicar ''Així va parlar Zarathustra''. L'obra principal projectada no es va acabar mai. Provisionalment havia de portar el títol de ''La voluntat de poder'' i se li va donar el subtítol de «Assaig d'una subversió de tots els valors». | Nietzsche va consignar per vegada primera la frase «Déu ha mort» en el tercer llibre de l'obra ''<small>L</small>a ciència jocunda ''[''La gaya ciència''], publicada en 1882, Amb aquesta obra comença el camí de Nietzsche cap a l'elaboració de la seva postura metafísica fonamental. Entre aquesta obra i l'obertura esforço per configurar l'obra principal projectada es va publicar ''Així va parlar Zarathustra''. L'obra principal projectada no es va acabar mai. Provisionalment havia de portar el títol de ''La voluntat de poder'' i se li va donar el subtítol de «Assaig d'una subversió de tots els valors». |
Revisió del 09:48, 17 set 2016
Text original editat en castellà.
Nietzsche consignó por vez primera la frase «Dios ha muerto» en el tercer libro de la obra La ciencia jocunda [La gaya ciencia], publicada en 1882, Con esa obra empieza el camino de Nietzsche hacia la elaboración de su postura metafísica fundamental. Entre esa obra y el vano esfuerzo por configurar la obra principal proyectada se publicó Así habló Zarathustra. La obra principal proyectada no se terminó nunca. Provisionalmente debía llevar el título de La voluntad de poder y se le dio el subtítulo de «Ensayo de una subversión de todos los valores».
Ya de joven, Nietzsche había acariciado la idea de la muerte de un dios y de la extinción de los dioses. En unos apuntes de la época de la elaboración de su primera obra El nacimiento de la tragedia, escribe Nietzsche (1870): «Creo en la sentencia germánica primitiva: todos los dioses tienen que morir». En su juventud, Hegel menciona, al final del tratado Fe y saber (1802) el «sentimiento en que se funda la religión de los tiempos modernos -el sentimiento: Dios mismo ha muerto...». La frase de Hegel tiene un sentido diferente de la de Nietzsche. Sin embargo, hay entre ambas una relación esencial que se esconde en la esencia de toda metafísica. Al mismo orden de cosas pertenece, aunque por motivos opuestos, la frase de Pascal, tomada de Plutarco: «Le gran Pan est mort» (Pensées, 695).
El texto completo de la pieza número 125 aparece en la obra La ciencia jocunda. La pieza lleva como título El frenético, y dice así:
El frenético. - ¿No oísteis hablar de aquel loco que en la mañana radiante encendió una linterna, se fue al mercado y no cesaba de gritar: «¡Busco a Dios ! ¡Busco a Dios !»? Y como allí se juntaban muchos que no creían en Dios, él provocó grandes carcajadas. ¿Se habrá perdido?, decía uno. ¿Se ha escapado como un niño?, decía otro. ¿O estará escondido? ¿Le hacemos miedo? ¿Se embarcó?, ¿emigró?, gritaban mezclando sus risas. El loco saltó en medio de ellos y los atravesó con la mirada. «A dónde fue Dios? -exclamó-, voy a decíroslo. Nosotros lo hemos matado -¡vosotros y yo ! ¡Todos nosotros somos sus asesinos ! Pero, ¿cómo lo hicimos? ¿Cómo pudimos sorber el mar? ¿Quién nos dio la esponja para borrar todo el horizonte? ¿Qué hicimos cuando soltamos esta tierra de su sol? ¿Hacia dónde se mueve ahora? ¿Hacia dónde nos movemos nosotros? ¿Nos alejamos de todos los soles? ¿Nos caemos incesantemente? ¿Y hacia atrás, hacia un lado, hacia adelante, hacia todos los lados? ¿Acaso existe todavía un arriba y un abajo? ¿No vamos como a través de una nada infinita? ¿No nos empaña el espacio vacío? ¿No hace más frío? ¿No viene continuamente noche y más noche? ¿No tenemos que encender linternas en las mañanas? ¿No oímos aún nada del ruido de los sepultureros que enterraron a Dios? ¿No olemos todavía nada de la descomposición divina?- ¡También se descomponen los dioses! ¡Dios ha muerto! ¡Dios sigue muerto! ¡Y nosotros lo hemos matado! ¿Cómo nos consolaríamos, nosotros, los peores de todos los asesinos? Lo más sagrado y poderoso que hasta ahora poseyera el mundo, se ha desangrado bajo nuestros cuchillos -¿quién borrará de nosotros esta sangre? ¿Con qué agua podríamos limpiarnos? ¿Qué fiestas expiatorias, qué juegos sagrados, tendremos que inventar? ¿No es demasiado grande para nosotros la grandeza de esta hazaña? ¿Acaso no será preciso que lleguemos a ser dioses para parecer dignos de ella? Jamás hubo hazaña más grande -¡y quien nazca después de nosotros pertenece, a causa de esta hazaña, a una historia superior a toda la historia anterior !» - Entonces guardó silencio el loco y miró de nuevo a sus oyentes: también ellos guardaban silencio y lo miraban extrañados. Por último, él tiró su linterna al suelo haciéndola pedazos y apagándola. «Vengo demasiado pronto, dijo entonces, todavía no ha llegado la hora. Este enorme acontecimiento está en camino aún y vaga -todavía no ha penetrado hasta los oídos de los hombres. El rayo y el trueno necesitan tiempo, la luz de los astros necesita tiempo, las hazañas necesitan tiempo, aun después de haberse hecho, para ser vistas y oídas. Esta hazaña está más lejos de ellos que las estrellas más distantes -y, no obstante, ¡son ellos quienes las hicieron!». Se refiere todavía que el loco penetró ese mismo día en distintas iglesias y se puso a cantar en ellas su Requiem aeternam deo. Habiéndole hecho salir e interrogado, se limitó a contestar siempre: «¿Qué son pues aún esas iglesias, si ya no son fosas y tumbas de Dios?».
Cuatro años después (1886), Nietzsche añadió a los cuatro libros de La ciencia jocunda un quinto libro titulado: «Nosotros los impávidos». La primera pieza de ese libro (Aforismo 343) lleva el título de: «El más grande de los acontecimientos modernos -que «Dios ha muerto», que la creencia en el Dios cristiano se ha convertido en incredulidad- ya comenzó a proyectar sus primeras sombras sobre Europa».
De esta frase se desprende claramente que la frase de Nietzsche sobre la muerte de Dios alude al Dios cristiano. Pero no es menos cierto, y hay que tenerlo presente de antemano, que el nombre de Dios y el Dios cristiano se emplean en el pensamiento de Nietzsche para designar el mundo sobrenatural. Dios es el nombre para el dominio de las ideas y los ideales. Este dominio de lo sobrenatural se considera desde Platón -mejor dicho: desde la última época griega y desde la interpretación cristiana de la filosofía platónica- como el verdadero mundo, el mundo real propiamente dicho. A diferencia del él, el mundo sensible es sólo el de esta vida, el variable y, por consiguiente el aparente, el irreal. El mundo de esta vida es el Valle de Lágrimas, a diferencia del Monte de la Bienaventuranza Eterna en la otra vida. Si, como todavía hace Kant, denominamos físico el mundo sensible en su más amplia acepción, el mundo suprasensible es el mundo metafísico.
La frase «Dios ha muerto» significa: el mundo suprasensible carece de fuerza operante. No dispensa vida. La metafísica, es decir, para Nietzsche, la filosofía occidental entendida como platonismo, se acabó. Nietzsche entiende su propia filosofía como movimiento contrario a la metafísica, es decir, para él, contra el platonismo.
Text traduït al català (Traducció automàtica pendent de revisió).
Nietzsche va consignar per vegada primera la frase «Déu ha mort» en el tercer llibre de l'obra La ciència jocunda [La gaya ciència], publicada en 1882, Amb aquesta obra comença el camí de Nietzsche cap a l'elaboració de la seva postura metafísica fonamental. Entre aquesta obra i l'obertura esforço per configurar l'obra principal projectada es va publicar Així va parlar Zarathustra. L'obra principal projectada no es va acabar mai. Provisionalment havia de portar el títol de La voluntat de poder i se li va donar el subtítol de «Assaig d'una subversió de tots els valors».
Ja de jove, Nietzsche havia acariciat la idea de la mort d'un déu i de l'extinció dels déus. En unes anotacions de l'època de l'elaboració de la seva primera obra El naixement de la tragèdia, escriu Nietzsche (1870): «Creo en la sentència germànica primitiva: tots els déus han de morir». En la seva joventut, Hegel esmenta, al final del tractat Fe i saber (1802) el «sentiment en què es funda la religió dels temps moderns -el sentiment: Déu mateix ha mort...». La frase de Hegel té un sentit diferent de la de Nietzsche. No obstant això, hi ha entre ambdues una relació essencial que s'amaga en l'essència de tota metafísica. Al mateix ordre de coses pertany, encara que per motius oposats, la frase de Pascal, presa de Plutarc: «El gran Pan est mort» (Pensées, 695).
El text complet de la peça número 125 apareix en l'obra La ciència jocunda. La peça porta com a títol El frenètic, i diu així:
El frenètic. - No vau sentir parlar d'aquell boig que en el matí radiant va encendre una llanterna, es va ser al mercat i no cessava de anomenar: «Busco a Déu ! Busco a Déu !»? I com allí s'ajuntaven molts que no creien en Déu, ell va provocar grans riallades. S'haurà perdut?, deia un. S'ha escapat com un nen?, deia un altre. O estarà amagat? Li fem por? Es va embarcar?, va emigrar?, cridaven barrejant els seus riures. El boig va saltar enmig d'ells i els va travessar amb la mirada. «A on va ser Déu? -va exclamar-, vaig a dir-vos-ho. Nosaltres ho hem matat -vosaltres i jo ! Tots nosaltres som els seus assassins ! Però, com ho vam fer? Com vam poder xarrupar el mar? Qui ens va donar l'esponja per esborrar tot l'horitzó? Què vam fer quan deixem anar aquesta terra del seu sol? Cap a on es mou ara? Cap a on ens movem nosaltres? Ens allunyem de tots els sols? caiem incessantment? I cap a enrere, cap a un costat, cap a endavant, cap a tots els costats? Per ventura existeix encara un a dalt i un a baix? No anem com a través d'una res infinita? No ens entela l'espai buit? No fa més fred? No ve contínuament nit i més nit? No hem d'encendre llanternes en els matins? No sentim encara res del soroll dels enterradors que van enterrar a Déu? No fem olor encara res de la descomposició divina?- També es descomponen els déus! Déu ha mort! Déu segueix mort! I nosaltres ho hem matat! Com ens consolaríem, nosaltres, els pitjors de tots els assassins? El més sagrat i poderós que fins ara posseís el món, s'ha dessagnat sota els nostres ganivets -qui esborrarà de nosaltres aquesta sang? Amb quina aigua podríem netejar-nos? Quines festes expiatòries, quins jocs sagrats, haurem d'inventar? No és massa gran per a nosaltres la grandesa d'aquesta gesta? Per ventura no caldrà que arribem a ser déus per semblar dignes d'ella? Mai va haver-hi gesta més gran -i qui neixi després de nosaltres pertany, a causa d'aquesta gesta, a una història superior a tota la història anterior !» - Llavors va guardar silenci el boig i va mirar de nou als seus oïdors: també ells guardaven silenci i ho miraven estranyats. Finalment, ell va tirar la seva llanterna al sòl fent-la trossos i apagant-la. «Vinc massa aviat, va dir llavors, encara no ha arribat l'hora. Aquest enorme esdeveniment està en camí encara i vaga -encara no ha penetrat fins a les oïdes dels homes. El raig i el tro necessiten temps, la llum dels astres necessita temps, les gestes necessiten temps, àdhuc després d'haver-se fet, per ser vistes i sentides. Aquesta gesta està més lluny d'ells que els estels més distants -i, no obstant això, són ells els qui les van fer!». Es refereix encara que el boig va penetrar aquest mateix dia en diferents esglésies i es va posar a cantar en elles la seva Requiem aeternam deo. Havent-li fet sortir i interrogat, es va limitar a contestar sempre: «Què són doncs encara aquestes esglésies, si ja no són fosses i tombes de Déu?».
Quatre anys després (1886), Nietzsche va afegir als quatre llibres de La ciència jocunda un cinquè llibre titulat: «Nosaltres els impàvids». La primera peça d'aquest llibre (Aforisme 343) porta el títol de: «El més gran dels esdeveniments moderns -que «Déu ha mort», que la creença en el Déu cristià s'ha convertit en incredulitat- ja va començar a projectar les seves primeres ombres sobre Europa».
D'aquesta frase es desprèn clarament que la frase de Nietzsche sobre la mort de Déu al·ludeix al Déu cristià. Però no és menys cert, i cal tenir-ho present per endavant, que el nom de Déu i el Déu cristià s'empren en el pensament de Nietzsche per designar el món sobrenatural. Déu és el nom per al domini de les idees i els ideals. Aquest domini del sobrenatural es considera des de Plató -millor dit: des de l'última època grega i des de la interpretació cristiana de la filosofia platònica- com el veritable món, el món real pròpiament dit. A diferència de l'ell, el món sensible és només el d'aquesta vida, el variable i, per tant l'aparent, l'irreal. El món d'aquesta vida és la Vall de Llàgrimes, a diferència de la Muntanya de la Benaurança Eterna en l'altra vida. Si, com encara fa Kant, denominem físic el món sensible en el seu més àmplia accepció, el món suprasensible és el món metafísic.
La frase «Déu ha mort» significa: el món suprasensible manca de força operant. No dispensa vida. La metafísica, és a dir, per Nietzsche, la filosofia occidental entesa com a platonisme, es va acabar. Nietzsche entén la seva pròpia filosofia com a moviment contrari a la metafísica, és a dir, per a ell, contra el platonisme.
Sendas perdidas, Losada, Buenos Aires 1960, 2ª ed., p. 178-180. |
Original en castellà
Nietzsche consignó por vez primera la frase «Dios ha muerto» en el tercer libro de la obra La ciencia jocunda [La gaya ciencia], publicada en 1882, Con esa obra empieza el camino de Nietzsche hacia la elaboración de su postura metafísica fundamental. Entre esa obra y el vano esfuerzo por configurar la obra principal proyectada se publicó Así habló Zarathustra. La obra principal proyectada no se terminó nunca. Provisionalmente debía llevar el título de La voluntad de poder y se le dio el subtítulo de «Ensayo de una subversión de todos los valores».
Ya de joven, Nietzsche había acariciado la idea de la muerte de un dios y de la extinción de los dioses. En unos apuntes de la época de la elaboración de su primera obra El nacimiento de la tragedia, escribe Nietzsche (1870): «Creo en la sentencia germánica primitiva: todos los dioses tienen que morir». En su juventud, Hegel menciona, al final del tratado Fe y saber (1802) el «sentimiento en que se funda la religión de los tiempos modernos -el sentimiento: Dios mismo ha muerto...». La frase de Hegel tiene un sentido diferente de la de Nietzsche. Sin embargo, hay entre ambas una relación esencial que se esconde en la esencia de toda metafísica. Al mismo orden de cosas pertenece, aunque por motivos opuestos, la frase de Pascal, tomada de Plutarco: «Le gran Pan est mort» (Pensées, 695).
El texto completo de la pieza número 125 aparece en la obra La ciencia jocunda. La pieza lleva como título El frenético, y dice así:
El frenético. - ¿No oísteis hablar de aquel loco que en la mañana radiante encendió una linterna, se fue al mercado y no cesaba de gritar: «¡Busco a Dios ! ¡Busco a Dios !»? Y como allí se juntaban muchos que no creían en Dios, él provocó grandes carcajadas. ¿Se habrá perdido?, decía uno. ¿Se ha escapado como un niño?, decía otro. ¿O estará escondido? ¿Le hacemos miedo? ¿Se embarcó?, ¿emigró?, gritaban mezclando sus risas. El loco saltó en medio de ellos y los atravesó con la mirada. «A dónde fue Dios? -exclamó-, voy a decíroslo. Nosotros lo hemos matado -¡vosotros y yo ! ¡Todos nosotros somos sus asesinos ! Pero, ¿cómo lo hicimos? ¿Cómo pudimos sorber el mar? ¿Quién nos dio la esponja para borrar todo el horizonte? ¿Qué hicimos cuando soltamos esta tierra de su sol? ¿Hacia dónde se mueve ahora? ¿Hacia dónde nos movemos nosotros? ¿Nos alejamos de todos los soles? ¿Nos caemos incesantemente? ¿Y hacia atrás, hacia un lado, hacia adelante, hacia todos los lados? ¿Acaso existe todavía un arriba y un abajo? ¿No vamos como a través de una nada infinita? ¿No nos empaña el espacio vacío? ¿No hace más frío? ¿No viene continuamente noche y más noche? ¿No tenemos que encender linternas en las mañanas? ¿No oímos aún nada del ruido de los sepultureros que enterraron a Dios? ¿No olemos todavía nada de la descomposición divina?- ¡También se descomponen los dioses! ¡Dios ha muerto! ¡Dios sigue muerto! ¡Y nosotros lo hemos matado! ¿Cómo nos consolaríamos, nosotros, los peores de todos los asesinos? Lo más sagrado y poderoso que hasta ahora poseyera el mundo, se ha desangrado bajo nuestros cuchillos -¿quién borrará de nosotros esta sangre? ¿Con qué agua podríamos limpiarnos? ¿Qué fiestas expiatorias, qué juegos sagrados, tendremos que inventar? ¿No es demasiado grande para nosotros la grandeza de esta hazaña? ¿Acaso no será preciso que lleguemos a ser dioses para parecer dignos de ella? Jamás hubo hazaña más grande –¡y quien nazca después de nosotros pertenece, a causa de esta hazaña, a una historia superior a toda la historia anterior !» – Entonces guardó silencio el loco y miró de nuevo a sus oyentes: también ellos guardaban silencio y lo miraban extrañados. Por último, él tiró su linterna al suelo haciéndola pedazos y apagándola. «Vengo demasiado pronto, dijo entonces, todavía no ha llegado la hora. Este enorme acontecimiento está en camino aún y vaga -todavía no ha penetrado hasta los oídos de los hombres. El rayo y el trueno necesitan tiempo, la luz de los astros necesita tiempo, las hazañas necesitan tiempo, aun después de haberse hecho, para ser vistas y oídas. Esta hazaña está más lejos de ellos que las estrellas más distantes -y, no obstante, ¡son ellos quienes las hicieron!». Se refiere todavía que el loco penetró ese mismo día en distintas iglesias y se puso a cantar en ellas su Requiem aeternam deo. Habiéndole hecho salir e interrogado, se limitó a contestar siempre: «¿Qué son pues aún esas iglesias, si ya no son fosas y tumbas de Dios?».
Cuatro años después (1886), Nietzsche añadió a los cuatro libros de La ciencia jocunda un quinto libro titulado: «Nosotros los impávidos». La primera pieza de ese libro (Aforismo 343) lleva el título de: «El más grande de los acontecimientos modernos –que «Dios ha muerto», que la creencia en el Dios cristiano se ha convertido en incredulidad– ya comenzó a proyectar sus primeras sombras sobre Europa».
De esta frase se desprende claramente que la frase de Nietzsche sobre la muerte de Dios alude al Dios cristiano. Pero no es menos cierto, y hay que tenerlo presente de antemano, que el nombre de Dios y el Dios cristiano se emplean en el pensamiento de Nietzsche para designar el mundo sobrenatural. Dios es el nombre para el dominio de las ideas y los ideales. Este dominio de lo sobrenatural se considera desde Platón –mejor dicho: desde la última época griega y desde la interpretación cristiana de la filosofía platónica– como el verdadero mundo, el mundo real propiamente dicho. A diferencia del él, el mundo sensible es sólo el de esta vida, el variable y, por consiguiente el aparente, el irreal. El mundo de esta vida es el Valle de Lágrimas, a diferencia del Monte de la Bienaventuranza Eterna en la otra vida. Si, como todavía hace Kant, denominamos físico el mundo sensible en su más amplia acepción, el mundo suprasensible es el mundo metafísico.
La frase «Dios ha muerto» significa: el mundo suprasensible carece de fuerza operante. No dispensa vida. La metafísica, es decir, para Nietzsche, la filosofía occidental entendida como platonismo, se acabó. Nietzsche entiende su propia filosofía como movimiento contrario a la metafísica, es decir, para él, contra el platonismo.